Llega agosto y en unos días nos vamos de vacaciones, ¡oh, yeah! Cada vez falta menos para que cojamos el petate y pongamos rumbo a Mallorca donde, según dijo Pérez: «la alegría, de noche y de día, nunca tiene fin». Estaremos en total dos semanas solos y dos con la niña, a la que vendrá a recoger su padre el día del intercambio (voy poniendo ya una velita para que a su madre le dé una diarrea tremebunda ese día y sea todo rápido e indoloro).
Creo que en alguna ocasión he hablado del coste que pagas cuando decides tener una relación con un chico que tiene hijos. Para empezar, tu relación no será de dos, sino que será de un mínimo de tres personas más la madre de la criatura. Esto significa que vas a tener que enfrentarte a problemas con los que no contabas y que, si tienes el infortunio de dar con una mosca cojonera como madre biológica, tendrás muchos momentos en los que quieras mandar todo a tomar viento. Además, no podrás disfrutar de tu pareja todo lo que te gustaría, vuestra relación siempre va a estar predefinida, como es lógico, por los niños y sus necesidades, régimen de visitas, tipo de custodia, etc.; y vas a tener que hacer una cantidad de sacrificios que, en fin, cada uno valora si le compensan o no (pero son muchos).
Sin embargo, ya te adelanto que las vacaciones (o las temporadas sin niños) son un momento fantástico para hacer uso de algunos gadgetotrucos y sacar a vuestra relación brillo y esplendor.
Tres retos para unas vacaciones sin niña
Este año me he propuesto fingir que somos una pareja de dos y utilizar las vacaciones y el tiempo que vamos a estar solos como un tratamiento de desintoxicación. Estoy dispuesta a que sean una vacaciones curativas de cuerpo y alma, y encaminadas a mimar nuestra relación y a nosotros, que nos lo merecemos. Por eso tengo tres retos que todavía no le he dicho a mi chico, pero de los que se enterará en cuanto publique el post:
No hablar de #SuMadreQueSoyYo
Durante el año me cuesta muchísimo desconectar de #SuMadreQueSoyYo porque el día que no te hace una putada, te hace una putadita y, en cuanto te descuidas, un putadón. Esto hace que esté constantemente revoloteando en las conversaciones de nuestro día a día. Por eso, durante estas dos semanas de vacaciones sin niña, mi reto será no hablar de esta señora en ningún momento. Bien es cierto que tendremos que llamar a la peque y con cada llamada nos llevaremos un disgusto porque la niña delante de su madre se comporta de una forma algo tirana (la pobrecita mía tiene que adaptarse al entorno para sobrevivir, como apuntó sabiamente Darwin), pero en cuanto colguemos me he propuesto seguir con nuestra vida y a otra cosa, mariposa.
Mimarnos, besarnos y abrazarnos sin fin
Este es mi segundo reto. Durante el año nos come el día a día. Hay veces que entro por la puerta de casa y dos horas después me doy cuenta de que no nos hemos dado ni un mísero beso de «¡Hola, tronquito!». Además, como #SuMadreQueSoyYo es como es, tratamos de cortarnos a la hora de hacernos arrumacos delante de la niña, no vaya a ser que nos denuncie por exhibicionismo, que ya es lo único que le falta. Por eso, estas vacaciones me he propuesto comernos a besos y hacernos todos los arrumacos que nos apetezca, como si fuésemos lo que realmente somos: una pareja de novios que se gusta y se quiere a rabiar.
Hablar y hablar y hablar de nuestras cosas
Hablar de nuestras cosas más de dos minutos seguidos es una de las cosas más complicadas. Mi querida hijastrita demanda una atención absoluta y, en cuanto nos ponemos a hablar y no le hacemos caso, se pone un pelín insoportable. Podríamos hablar antes de dormir, pero solemos terminar agotados, y el día que no terminamos agotados preferimos agotarnos con otras cosas más divertidas, con lo cual nuestras conversaciones se reducen a temas del día a día. Por eso tengo pensado meterle a mi chico unas tostadas tremendas con cosas que no suelo contarle: lo que me ilusiona, lo que tengo ganas de hacer; qué es el feminismo de equidad; por qué voy a empezar a irme sola de vacaciones o por qué me he propuesto aprender a hacer bizcochitos de verdad, de madrastra aplicada, no de soltera descuidada. En definitiva, hablar de nosotros como seres individuales y de lo que le hablaba cuando me lo ligué, vamos (porque mi estrategia para ligármelo fue la de hablar y hablar de cosas que no le interesaban en absoluto, también conocida como cansar al objetivo. Creedme: funciona).
Pues eso, estos son mis tres retos para estas vacaciones, que aderezados con los mojitos y helados convenientes (más un barquito que hemos alquilado un par de días para recorrernos las calas más monas de la zona y bañarnos en alta mar, que nos vuelve locos) prometen ponernos la relación a punto y coger fuerzas para el calvario que nos espera en septiembre.
verano, playa, silencio, sol… There we go!
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