Una de las cosas más dolorosas de la alienación parental es cuanto vas viendo que tu hijo comienza a desvincularse emocionalmente de ti. La tabla de salvación es agarrarte a esas ocasiones en las que, durante tres segundos, te reconoce y te muestra un amor inmenso. Son tres segundos, pero son un chute de energía.

Cualquier familia que esté en esta situación o haya estado, sabrá que, al principio, se habla de conflicto de lealtades. Empiezas a ver cosas como que, cuando le llevas a casa de mamá, no te da la mano. O cuando coincidís en una función escolar, no te mira o lo hace de reojo. Se siente incómodo y no sabe cómo gestionar el hecho de coincidir con sus dos progenitores. Probablemente en su cabeza esté pensando que si mira a uno de ellos, puede herir al otro.

Sin embargo, poco a poco y si esto no consigue controlarse (o si el progenitor alienador continúa su campaña de desprestigio), al cabo de los años te encuentras con que tu hijo no solamente no tiene permiso emocional para mostrarte sus sentimientos cuando, como es nuestro caso, está su madre delante. Tampoco tiene permiso emocional para mostrártelos cuando no está. Es decir, de repente, tu hijo pasa de no darte besos cuando está su madre delante a no darte besos nunca. O como hace mi hijastra, a dártelos pero girando tanto la cabeza que en realidad te los da con la nuca.

Alienación Parental: Busca esos tres segundos maravillosos

Cuando llegas a ese punto te preguntas si tu hija habrá dejado de quererte. Te preguntas por qué se muestra esquiva; por qué todo lo que haces está mal; por qué parece que eres un progenitor de cuarta para ella; por qué parece que seas su gran molestia; por qué te rechaza y te rechaza y te rechaza y parece que te está perdonando la vida en cada paso que das. Y llegas a pensar que quizás haya dejado de quererte y que quizás su madre tenga razón cuando dice una y otra vez en todos sus escritos:

-La niña ya no quiere a su padre

-La niña considera que su padre es la pareja de su madre

-La niña ya no le reconoce como padre

Y, entonces, te preguntas qué narices puede hacer que una niña de 8, 9, 10 años deje de querer a su padre si lo único que estás haciendo es dejarte la vida por ella y darle amor. Pero claro… el miedo a que su madre la rechace es tan tan tan grande que le compensa sacrificar al padre. Total, sabe que su cariño lo tiene garantizado y tampoco puede ver más allá. Y, no, la madre no tiene razón al decir esas cosas. Una cosa es que ese sea su deseo y otra muy distinta, que esa sea la realidad.

Por eso, cuando esto pasa, es importante que busques esos maravillosos tres segundos de los que hablo. Probablemente, si tenéis cerca a alguna persona que padezca Alzehimer ya avanzado, sabréis que hay ocasiones en las que, de repente, durante tres maravillosos segundos, te reconocen. Y ves en sus ojos que saben quién eres, que han conectado contigo y que reciben todo el amor que les das. Y, durante eso maravillosos tres segundos, recibes todo su amor concentrado. Eso sí, pasados esos tres segundos, se vuelven a ir.

En este caso, es lo mismo, solo que su cabeza, en vez de conectar, desconecta. ¿Por qué digo esto? Nosotros hemos observado que mi hijastra suele pasar emocionalmente y sentimentalmente de su padre en el día a día. Va a recogerla al cole y, en vez de darle un beso, le pone la nuca. Va a darle las buenas noches y a su «Te quiero» responde con un «Vale» o con un «Adiós»… Pero todo esto ocurre en una situación de rutina; una situación que ella controla.

¿Pero qué pasa fuera de su rutina?

Alienación Parental: un par ejemplos reales de esos tres segundos maravillosos

El otro día mi hijastra tuvo una presentación. Podían ir los padres, pero ella no esperaba que mi marido fuera. Mientras esperaba con sus compañeras en el backstage, lo vio aparecer y salió disparada a darle un abrazo.

-¡Papá! ¡Hola!

Tal fue el énfasis, que sus compañeras sonrieron porque, en realidad, fue muy bonito. Su emoción duró tres segundos. En cuanto se dio cuenta de que le estaba abrazando se retiró rápidamente; se puso muy seria y se mostró esquiva. Como supondréis, durante la presentación no le miró. Sabía dónde estaba, pero solo buscaba a su madre. Estaba muy tensa.

Esto también suele ocurrir cuando se va de viaje. Generalmente, él se encarga de llevar y recoger a los niños del cole. En contadas ocasiones les recojo yo. Desde que les recojo hasta que llega a casa, ella está muy nerviosa, sin parar de preguntar por él:

-¿Cuándo llega Papá? ¿Pero va a tardar mucho? ¿Seguro que viene a esa hora?

En cuanto oye la llave en la cerradura sale disparada a darle la bienvenida y darle un abrazo y un beso. Y, una vez más, durante tres maravillosos segundos, le muestra todo su amor. Pero, en cuanto es consciente de lo que está haciendo, rápidamente se separa y vuelve a su actitud normal. Ya está papá en casa, no lo ha perdido y ya puede volver a comportarse con él como siempre.

Alienación parental: un amor escondido

Obviamente, no todos los casos de alienación parental son iguales y no todos los niños están en el mismo punto. Pero hay un momento en el que pueden estar así. Quizás pienses que tu hijo te ha dejado de querer, que ya no te muestra su cariño y que, más allá de las reticencias de cualquier preadolescente a mostrar sus sentimientos, sientes un rechazo hacia ti que va más allá.

Eso ocurre porque saben que estás ahí, que les quieres y que tu amor hacia ellos no está en riesgo. A ti no tienen que demostrarte lealtad porque tienen asegurado tu cariño. Y eso puede ser muy doloroso, sin duda, pero te animo a que busques esos tres maravillosos segundos en los que su mente se desconecta, se coordina con su corazón y se da la oportunidad de recordarte y recordarse que te sigue queriendo muchísimo. Y de ahí podrás sacar fuerzas para seguir luchando y generando vínculo. A mí, personalmente, me sirve mucho recordar esas cosas cuando me desmoralizo.

Mucho ánimo.