El final de curso se acerca inexorablemente y, quienes me seguís, sabéis lo que suponen para mí las llamadas de teléfono de SMQSY en vacaciones. He de reconocer que ahí el juez se tiró el rollo y viendo que lo de llamar cada día era un sindiós, decidió ponerlas solo durante los periodos vacacionales. Aun así, son un coñazo máximo y un momento en el que, para no meter más la pata (que la he metido unas cuantas veces porque pone a prueba mi paciencia), he optado por hacer otras cosas.

Porque claro, ¿qué puede ocurrir durante una llamada para que termines teniendo una salida de tono en voz alta de la que luego puedas arrepentirte? Pues lo que ocurre en las nuestras, por ejemplo.

Te llamo para interrogarte

Las llamadas de teléfono en vacaciones son esos momentos en los que SMQSY aprovecha para sonsacar información. 15 eternos minutos de llamada en los que puede llegar a formular alrededor de 427 preguntas para valorar el nivel de maltrato al que le estás sometiendo, como por ejemplo:

¿Dónde estás cenando?

¿Cómo se llama el hotel en el que estás?

¿Y cuánto cuesta el rodaballo? ¿Salvaje?

¿Te han dado hoy ropa interior limpia?

¿Cuántas veces te has cambiado el bañador mojado? ¿Tres? ¿Cuatro? ¿Tres o cuatro?

En definitiva, pregunta datos que le hacen cabrearse porque, con las tres primeras, pasa una envidia terrible y se mosquea porque piensa que el dinero tendría que estar dándole a ella nos lo estamos gastando en comer rodaballo salvaje. Y con las últimas cree que la niña le está engañando. Así que entra en bucle. Y así todos los días.

Me dices A, pero yo entiendo lo que me interesa

Esto también es muy habitual, por ejemplo cuando pregunta cosas que ella considera importantes o relevantes para la próxima denuncia que meta y quiere grabar la conversación para luego enviarle al juez 27 GB de archivos. Por ejemplo:

-¿Has cenado ya?

-No…

-Ah… ¿y qué has cenado? ¿Hamburguesa?

-No… no he cenado todavía…

-Que sí, que lo sé, que hamburguesa! En el McDonalds, ¿a que sí?

-No…

-¡Ya sabía yo! ¡Es que mamá lo sabe todo!

Cantamos como si fuéramos Marisol

Esto también es fascinante. Cada vez que vamos de vacaciones tienen una canción para ellas que va, desde alguna canción de Disney a grandes obras maestras. Todas, en cualquier caso, tremendamente tristonas y de bajona y que quiere escuchar constantemente porque se supone que SMQSY también las escucha en bucle para estar más cerca de ella.

Así que, cuando llega el momento de la llamada, se ponen a cantar a dúo. A mí me recuerda a las actuaciones que se marcaban los niños cantores del Régimen (Marisol, Joselito, Rocío Dúrcal…) en las pelis cuando echaban de menos a su madre.

Por ejemplo, el año pasado le dio por tararear la melodía de la escena final de El Lago de los Cisnes. Y ahí estábamos esperando a que finalizara ese momento de exaltación maternofilial para comernos la ración de turno. Claro que eso lo hicimos un día, al siguiente ya no esperamos, que se enfría.

También hay variaciones como, por ejemplo, mirar la luna al mismo tiempo para estar más unidas. O buscar la misma estrella… Todo cosas súper normales.

Hablar en código

Bueno, esto lleva haciéndolo cuatro o cinco años. Cada año diseñan un código diferente. SMQSY se estruja el cerebro para buscar alguno lo suficientemente complejo como para que no lo descubramos al segundo día y le fastidiemos la treta que ha diseñado para demostrar que la maltratamos. Todavía no ha dado con el código correcto.

El año pasado, por ejemplo, tuvo la «ideaca» de utilizar colores:

-¿Qué tal lo has pasado hoy, bonita?

-Morado!

-Pero morado bonito o morado oscuro de ese casi marrón caca que no nos gusta nada a ninguna de las dos…

-Morado violeta

-¿Pero brillante u oscuro casi negro…?

Veremos este año…

¿Qué puedes hacer durante las llamadas?

Evitar estar presente durante las llamadas es una buena táctica para no ponerte de mala leche. Evitas comerte el interrogatorio; ver cómo le mete alguna trola para dejarla contenta, pero que a ti te moleste; y, de paso, descansas mentalmente.

Yo, en los últimos tiempos, salgo pitando como alma que lleva al diablo. En cuanto suena el teléfono, salgo al balcón; aprovecho para enviar un audio; me meto en la cocina con el extractor a tope; me pongo música…

¿Que nos pilla fuera? Voy a lavarme las manos; inicio conversaciones paralelas hasta que la saco de sus casillas y le pide que se vaya a un sitio más tranquilo… Lo que sea.

Pero es importante que, si las llamadas de teléfono te molestan, huyas porque corres el riesgo de hacer algún comentario fuera de lugar (incluso un comentario jocoso pero tocanarices) y eso puede ser la excusa para encender una nueva mecha. ¿Y os merece la pena? Nah.