Bueno, pues estoy escribiendo el post que creía que iba a escribir más adelante, pero a veces la realidad no se ajusta a las expectativas.

Durante los últimos días muchos sois los que me habéis escrito porque no me veíais activa ni en el blog ni en las redes. También me siguen llegando muchos mensajes privados que ya no respondo…

Bien es cierto que esto que os voy a contar lo comuniqué hace unos días en Twitter, pero no por aquí, ni por Facebook.

Hace un par de semanas decidí dejar aparcado el blog y las redes durante una temporada. La razón es que hemos tenido un susto con el embarazo debido al estrés y la ansiedad que me produce la situación que vivimos.

El estrés y el embarazo

Mi embarazo no está siendo un embarazo tranquilo por diversos motivos: desde los problemas que ya conocéis de sobra hasta problemas de salud en mi entorno, pasando por el estrés del trabajo… Digamos que no estoy teniendo un embarazo tan chulo como las instagrammers que dedican estos meses a tomar batidos multivitamínicos y a hacer pilates y yoga sin fin. Mi embarazo está siendo una olla a presión.

Es cierto que, cuando estás en esta situación, todo el mundo te dice lo mismo:

Intenta aislarte

Lo importante sois el bebé y tú…

Y es cierto, pero lo primero resulta tremendamente complicado. Y lo segundo es algo que tienes claro, pero en determinadas circunstancias tienes que hacer un esfuerzo sobrehumano para centrar tu atención en vosotros dos. Yo no he podido, lo reconozco.

Durante el embarazo he querido seguir igual, apoyando a mi pareja aunque de forma más distante (lo que también me hacía sentir mal); controlando las hormonas sin darme tregua y permitiéndome pocos ratos para desahogarme y soltar alguna lagrimilla (o acordarme de quien hiciera falta, pero desahogarme…).

En conclusión, me han superado las circunstancias y, al final, la olla ha estallado. El resultado ha sido una complicación en el embarazo producida por estrés y que me ha mantenido unos días ingresada.

La última semana

La última semana antes del ingreso fue intensa. La Semana Santa fue agotadora, no solo a nivel emocional, sino también físico. Mi pareja estuvo en cama; teníamos a #SMQSY dando la murga; las lluvias hacían que la peque estuviera en casa como una locomotora; yo hice unos esfuerzos físicos que, reconozco, ya no podía hacer… Acabé agotada física y emocionalmente.

Además, a eso se sumó el trabajo, que estaba con el hierro muy bajo y me costaba horrores levantarme de la cama. También me caía de sueño después de comer, lo que me hacía sentir mal porque veía que no rendía y eso me ponía nerviosa…). Y, a todo esto, se sumaba que estábamos ante una semana judicialmente complicada.

Así que el día que fui a la matrona, y que además coincidió con este tema judicial, exploté. Fui a la cita, le conté lo que me estaba ocurriendo y lo que estaba sintiendo y me envió directamente al hospital porque vio que algo no funcionaba. Tras varias pruebas me ingresaron

El miedo

Hasta que llegamos a la habitación no fui consciente de lo que estaba pasando. Era de noche. Llevaba siete horas en Urgencias con análisis, pruebas, monitores… Había comido una lechuga, pero no tenía hambre… Mi chico iba desvanecido después de todo el día y porque todavía no se había recuperado de la situación que habíamos vivido. Y llovía a cántaros.

Cuando me informaron de que me pondrían un tratamiento para el bebé, me quedé en shock. Recuerdo que la matrona me dijo comenzarían con unas inyecciones que dolían mucho, pero estaba en tal estado que solo recuerdo un pinchacillo de poco.

En ese momento pensé en las semanas que quedaban todavía para que naciera, en lo pequeñito que era nuestro bebé, en lo que podía pasar… y creo que por primera vez tuve esa sensación de que tenía que protegerlo por encima de cualquier cosa. Hacer todo lo que me dijeran. Y no sé si rezar, pero sí, rezar, supongo.

Afortunadamente, según el equipo de ginecólogos, todo se cogió a tiempo y se ha debido única y exclusivamente a una situación de estrés, ya que todas las pruebas que me han hecho y que podían estar relacionadas han salido bien.

Por eso, a partir de ahora, vida relajada. Tengo que estar en reposo, pero podré hacer vida más o menos normal en unos días. Sin alteraciones emocionales. Soy consciente de que cerrar el blog una temporada no va a cambiar nuestro día a día, pero también me hará (espero) tener menos presente la situación que vivimos (además de que no quiero saber nada de nada de nada de lo que ocurra).

Igual en unas semanas me encuentro con ánimo y voy escribiendo algo, pero por ahora, prefiero estar desconectada y dedicarme a mis plantas y a preparar la llegada de mi hijo, que afortunadamente sigue dando patadas voladoras ahí dentro.

La importancia de la Sanidad Pública

No quiero terminar este post sin hacer mención a lo importante que es la Sanidad Pública y la suerte que tenemos. Es algo que se repite constantemente como un mantra, pero a lo que no le damos importancia.

Durante estos días he recibido una atención y una dedicación maravillosas. Todo el personal, desde Urgencias a Planta, me ha tratado con un cariño extraordinario, me ha dedicado todo el tiempo que he necesitado para explicarme lo que me ocurría, lo que podía pasar… Sin prisas y con muchísimo cariño.

Me daba una pena terrible pasear por sus pasillos y ver cómo hay sitios en los que se cae casi a pedazos. Sobre todo porque hay un equipo profesional y humano entre esas paredes que no se puede pagar con dinero.

Si algo he tenido muy presente estos días es que estaba en el mejor hospital que podía estar; que mi hijo estaba en las mejores manos y entre los mejores profesionales. Y que no iban a escatimar nada para darnos lo mejor.

La responsabilidad para con la Sanidad Pública es una responsabilidad de todos. Y todos tenemos que seguir luchando para que se mantenga en pie, no solo la institución, sino también los cimientos.

Espero que mi experiencia sirva para que todas esas mamimadrastras (y mamis sin -drastra de ningún tipo pero también con problemas gordos) que están esperando un bebé, se tomen la vida con más tranquilidad. El percal que tenemos no es pequeño, pero pasará. Ahora bien, lo que llevamos dentro es lo más importante del mundo y va a estar con nosotras toda su vida. Vamos a cuidarlo y a mimarlo. Así que relax.

Besos y gracias. ¡Nos vemos en un tiempo!