El conflicto de lealtades se rige por una máxima (entre otras): los niños tienen miedo a traicionar a uno de sus progenitores o a los dos con sus actos y sus palabras. Si muestran afecto por mamá tienen miedo de que se enfade papá. Si muestran afecto por papá, tienen miedo de que se enfade mamá. También tienen miedo de que cualquier cosa que hagan pueda generar un conflicto. En definitiva: tienen miedo de todo.

Para que os hagáis una idea: supongo que muchos de vosotros habéis estado alguna vez en medio de un conflicto entre dos personas que queréis (amigos, familiares…) y no sabéis cómo actuar porque tenéis la sensación de que cualquier cosa que hagáis está mal. Es una postura difícil, ¿verdad? Pues así viven diariamente los niños con conflicto de lealtades.

Cómo expresa su conflicto de lealtades

Mi hijastra expresa su conflicto de lealtades de varias maneras, una de ellas es no contando lo que pasa en la otra casa. Bien es cierto que esto no es algo que haya desarrollado por temor a lo que pueda ocurrir porque en nuestra casa jamás le hemos hablado mal de su madre y eso se refleja y lo refleja en las sesiones con su psicóloga. En este caso lo ha desarrollado porque su madre no le deja que cuente nada de lo que ocurre en su casa.

En cualquier caso, su sentimiento es el mismo:

Tiene miedo a que sus palabras tengan consecuencias

¿Qué quiero decir con esto? Pues que si cuenta algo aquí que «no debe contar», tiene miedo a que haya consecuencias: que su madre se enfade o la ignore, que es algo que suele ocurrir por lo visto. Eso hace que la niña caiga en un vacío enorme (¿qué niño quiere que su madre se enfade con él?). Pues en este caso, elevadlo a la enésima potencia.

Cómo avanza su conflicto de lealtades

Pero claro, su conflicto de lealtades es una maraña que cada vez se va haciendo más grande y más fuerte. El niño cada vez tiene más miedo a contar cosas y el adulto cada vez tiene más influencia sobre el niño, por lo que el niño limita cada vez más sus sentimientos, pensamientos y palabras por miedo a hacer daño a ese progenitor o a ambos progenitores. Es entonces cuando llega un día que le preguntas:

¿Qué tal el puente con mami?

Y la niña se te derrumba. Y no es capaz de contestar. Y se hace la sorda… Y tú, que no puedes imaginar que esa simple pregunta eche para abajo todos sus cimientos emocionales, preguntas de nuevo.

Cariño, que qué tal el puente con mami.

No puedo contártelo. Pregúntale a mamá.

Y, del mismo modo que no es capaz de decirte «Bien», «Divertido», «Genial»… tampoco es capaz de decirte si hoy ha comido equis para ver qué hacemos de cena, por ejemplo o si algo le ha dado alergia (esto fue otro momentazo que algún día contaré).

Qué hacer para mitigar su conflicto de lealtades

Para tratar este aspecto de su conflicto de lealtades, la psicóloga de la peque nos va dando consejos, pero últimamente nos ha recomendado algo que nos ha dejado en shock:

Comunicarle claramente que no queremos saber nada de lo que hace con su madre y que ese es un espacio de ellas, como el que tiene con la psicóloga.

A partir de ahí, hacer como si su madre no existiera.

¿Esto cómo se come? Pues así:

Hacer pocas preguntas y genéricas

No preguntar cosas como: ¿Qué tal el puente con mamá? sino ¿Qué tal? y que ella cuente hasta donde quiera.

Si no quiere desayunar porque no le gusta lo que hay, no preguntar ¿Qué desayunas en casa de mamá? para ponerle lo mismo sino Dime qué te apetece y lo compramos.

Es decir, darle la vuelta a las preguntas para que ella no crea que queremos saber algo que ha hecho con su madre.

Contar nosotros primero

En vez de preguntar ¿Qué ha hecho el puente? Contarle qué hemos hecho nosotros. Generar conversación y dar pie a que ella cuente. Quizás si le contamos lo que hemos hecho, ella cuente lo que ha hecho. Insisto, esto no es para saber qué ha hecho con la madre, sino para que ella vaya ganando confianza y vaya viendo que no pasa nada por contar qué hemos hecho.

Por qué necesitamos una información en concreto

Si necesitamos saber algo en concreto, explicarle primero la razón. Os pongo un caso real:

-Cariño, ¿qué has comido hoy?

-Cosas

-Necesito saber qué has comido para ver qué hago de cena.

-Pregúntale a mamá, no te lo puedo contar

En este caso, habría que explicar primero para qué queremos saber ese dato:

-Cariño, voy a preparar la cena y necesito saber qué has comido para no repetir.

Es posible que no funcione, pero le estás diciendo antes de nada por qué necesitas esa info, lo que probablemente haga que baje las defensas. Si no, pues nada, cocinas lo que quieras y si luego se queja le recuerdas que no te ha contestado.

Hacer como si su madre no existiera

Y, por último, hay que hacer como si su madre no existiera. Como si ese tiempo que está en la otra casa se borrara. No nombrarla ni para bien, ni para mal ni para regular. Es decir, quitar el «mamá» de su vida. Nosotros la incluíamos para darle naturalidad al asunto y que viera que es una más de la familia a pesar de todo, pero nos han recomendado no hacerlo.

Lo que ella quiera contar, será bien recibido. Lo que no quiera contar, pues nada, sin contar se queda, pero que nunca sea porque le hemos preguntado. Eso sí, no hay que responder con la misma moneda en plan: pues si tú no cuentas cosas de lo que haces con tu madre, tampoco cuentes nada de aquí. No. Hay que poner siempre el foco en aligerarles la mochila, que ya llevan en ella demasiadas piedras como para meterles más.

Y bueno… así estamos ahora. Veremos qué tal evoluciona.