Cada vez que hablan de conciliación familiar pienso en mi chico y, por mucho que pienso y pienso, no consigo entender cómo es capaz de sacar todo lo que saca adelante y que no le dé un infarto.

Decidir criar a un hijo implica ir todo el día de cráneo y sacrificar muchísimos aspectos de tu vida. Lamentablemente, a nivel empresarial, tener hijos no es por ahora algo positivo. Tampoco lo es criarlos. Todo lo contrario: criar es sinónimo de producir menos. Por tanto, cuando decides criar y mantener el mismo ritmo laboral, sueles estar al borde del abismo un día sí y otro también.

Por eso hoy voy a rendir un homenaje a mi chico, que ha perfeccionado el don de la ubicuidad sin perder los nervios ni darle la brasa a nadie con todas las cosas que tiene que hacer y con todos los problemas a los que se tiene que enfrentar día a día (supongo que es porque, por otro lado, serviría de poco). Y todo porque sí: ha elegido criar a su hija. Y criar conlleva eso: ir de cráneo todo el día y hacer muchísimos sacrificios que, por cierto, me consta los hace muy feliz.

(Chss, chss, ¡eres un padre fantástico!)

 

Andanzas de un padre divorciado intentando conciliar

Conciliar y criar para un padre divorciado no tiene absolutamente nada que ver con hacerlo desde la perspectiva de uno que no lo está. No ya por no compartir las tareas, sino porque mínimo renuncio es sinónimo de enterrar tu derecho a la paternidad. ¿Sabéis lo perjudicial que puede ser para la peque que la recojan sus abuelos del cole, teniendo a su madre que puede recogerla todos los días «y muy gustosa»? Pues eso: mogollón.

7.00 am. Suena el despertador.

De 7.00 a 8.00 es el único rato del día que se dedica a sí mismo. El suficiente para ducharse, poner en orden las cosas del trabajo y despertar a la peque.

8.00 a 9.00 Comienza el festival.

La niña se despierta hecha un caramelo, pero a los diez minutos ya está hecha un demonio. Que si salto, que si no me visto, que date prisa que llegamos tarde… Prepara el desayuno…

-Joooo, papá, es que no me gusta hoy el desayuno…
-Pero si es el mismo que ayer y te gustó
-Sí, pero hoy no… Jo…

 

La peina…

 

-Oye, papi, ¡que no me gusta esa coleta!

 

Rehacemos la coleta, dientes y pitando para el cole.

Si va mal de tiempo, es muy probable que el ascensor pare en cada uno de los pisos y encuentren atasco. Corre que te corre llegan al cole mirando el reloj porque sabes que a las 9.05 h, ya está #SuMadreQueSoyYo mirando la app del cole para ver si ha llegado tarde y mandarnos un mail de padre y muy señor mío. La pobre se queda todos los días con las ganas.

 

9.00 a 9.30 Organización de agenda y llegada al curro

En media hora planifica el día entero: reuniones, conferencias, marrones… Y un 80% para imprevistos, microinfartos y otras cuestiones. Si tiene tiempo me llama.

-Hola, qué tal?
-Muy bien, ¿qué tal la…
-¡Te dejo, que me llaman!
-¡Chao, pescao!

 

9.30 a 15.00 Currar, currar sin parar y microinfartos varios

Eso el día que tenemos suerte porque el día que no cuelga, arrastra, por lo que no suele ser extraño que le llegue un correo de los Servicios Sociales diciéndole: «Mire usted, es que no sabemos qué hacer ya con su mujer», o uno de #SuMadreQueSoyYo contando algo totalmente inconexo y que no terminas de ubicar; o un aviso del juzgado para cualquier historia; o que tenga cita con la pediatra para que le diga: «Sí, su exmujer ha vuelto. Sí, es que parece que la niña hace caca duro desde hace tres horas y es por su culpa»… Cualquier cosa es posible.

15.30 a 16.00 Receso mientras va en el coche. Me llama y le echo la bronca

Claro, le echo la bronca porque me dice que no ha comido todavía y que no le dará tiempo porque está yendo a recoger, por ejemplo, la tarjeta sanitaria de la niña que lleva en trámites seis meses (fotocopia va, fotocopia viene, señora despeluchada que te dice: «Mire usted, es que hice la fotocopia mal». Ea). Y de paso le pongo la cabeza como un bombo intentando resumir en cinco minutos de conversación todo lo que opino acerca de todos los microinfartos que hemos sufrido de 9.30 a 15.30 h.

-Porque es que tendrían que actuar de oficio!
-¿Pero cómo es posible que…
-¡Te dejo, que me llaman!
-Cha…
Pi, pi, pi…

 

16.00 a 16.50 Casa- Chusco de pan- Merienda-Cole

Llega a casa. Como le he echado la bronca, se prepara la comida. Preparar, en este caso, es un verbo demasiado exigente. Digamos que se come cualquier cosa, prepara la merienda de la niña (fruta y un batido, bocadillito y zumo… lo que pille) y se va raudo y veloz a recogerla al cole.

Si el día no ha sido lo suficiente infartante, es posible que el destino tenga a bien que pille otro atasco. Llega al cole con 10 minutos de antelación porque, ahí tenemos a #SuMadreQueSoyYo actualizando compulsivamente la app del cole para, en caso de que haya llegado 5 minutos tarde, enviarnos por Gmail la condecoración de mal padre con negrita, mayúscula y subrayado.

 

17.00 a 17.30 Recoge a la niña. Todo es felicidad.

Risas, jolgorio, la niña cuenta lo que ha hecho en el cole. Si la cosa va mal, te dice que le ha zurrado a una compañera, y sin pararnos a pensar, abordamos la segunda parte de la tarde.

17.30 a 18.30 Estudio

La niña necesita mucho apoyo en casa y todas las tardes que está con su padre estudia, al menos una horita. Lectura, escritura, operaciones, inglés… La niña monea, él se desespera…, se busca las vueltas para hacerlo divertido… Y cuando está al borde de la extensión vital, descubre, por ejemplo, una notita maliciosa de #SuMadreQueSoyYo a la profe: «Este día estuvo con su padre y no estudió ñiñiñi». En fin.

 

18.30 a 19.15 Patines, Fútbol… Jaleo y diversión

Esta es la hora favorita de la niña. Si se ha portado bien, bajan a patinar o juegan al fútbol. En caso de que hagan esto segundo, claramente su padre tiene que dejarse ganar porque, si no, se coge el canasto de las chufas. Esto solo lo hacemos en primavera. Lo aclaro porque solo nos faltarían unas cautelares por no cuadrar el horario a las estaciones oficiales.

 

19.30 a 21.15. Baño, cena…

En este horario suelo estar yo por los alrededores. Si estoy, yo me encargo del baño mientras su padre hace la cena. Ahora ya se baña ella sola, por lo que aprovecho para preparar la ropa del día siguiente. Si la madre no ha metido ropa y viene como La Pequeña Cerillera, lavo lo que traiga y pongo la calefacción a toda leche para que al día siguiente esté seca. En caso de que no esté yo, todo esto lo hace su padre.

Y, durante la cena, todo puede pasar porque, como es el momento que dedicamos a la comunicación, a veces terminamos sabiendo más de lo que queremos y sufriendo pequeños microinfartos:

-Papá, es que mamá me ha dicho algo muy malo de ti…
-Mamadrastra, activa la grabadora que empieza el festival -pienso para mis adentros

 

21.15 Hora de dormir

A esta hora ya ha cenado, hemos hecho el baile del pañuelo mientras nos lavábamos los dientes, nos ha mareado lo inmareable antes de dormir y ahí está su padre leyéndole un cuento o acompañándola hasta que se duerma. Si estoy yo, recojo la cocina; si no, la recoge él más tarde.

 

21.45 Entramos en la tercera fase

A esa hora ya está más que dormida y aquí pueden ocurrir dos cosas: o su padre está derrotado y se queda medio dormido mientras le acaricio el pelito; o tiene que currar, que es la mayor parte de las ocasiones, y llega la hora de abrir el ordenador.

 

4.00 de la madrugada

¿Y entre medias? Pues mirad, se levanta dos veces cada noche a que la niña haga pis y sobre las 4.00h ya la tiene en su cama durmiendo y dándole patadas (quienes tengáis hijos sabréis que no vuelves a pegar los ojos).

 

¿Conciliación familiar, decís?

Como veréis, decidir criar a un hijo conlleva estas cosas, lo críe quien lo críe. Y cuando estás solo todo es mucho más complicado (no os digo ya si estáis inmersos en un divorcio morrocotudo como el suyo). Él ha decidido hacerlo todo por sí mismo. Bien es cierto que no queda otra opción, porque si contase con la ayuda de los abuelos, #SuMadreQueSoyYo estaría un día sí y uno no en los Servicios Sociales diciendo que no es capaz de cuidar de la niña él solo. Si contratase a alguien que le ayudara, tres cuartos de lo mismo. La ayuda externa o los abuelos, esos recursos tan accesibles, no sirven en estos casos. Así de perverso es el tema.

Los problemas de conciliación laboral y familiar afectan a todos los que, en un momento determinado, deciden criar a sus hijos. Y afectan de forma indistinta. Es más, criar a un hijo también conlleva decir que no a oportunidades laborales. Será porque el día tiene 24 horas y no da para más. Así que dejémonos de tontadas.

Por cierto, después de todo esto, que es un día sí y uno no, todavía tenemos que escuchar y leer cosas como que no se ocupa ni se preocupa de ella, que no la cuida o que la maltrata (a la niña, porque la fase de «me maltratas» ya la hemos pasado). ¿No creéis que es para mandarla a coger ajos en pleno verano sin una mísera botella de agua? Cuanto menos…

 

Nota: A ver cuánto tardo en recibir un mensaje de alguna #SuMadreQueSoyYo de turno que diga: «Ahora ya sabe lo que se siente siendo mujer ñiñiñiñi». En fin.