El conflicto de lealtades es algo que no sabía que existía hasta que la Clínica Médico Forense de Madrid aludió a él en su peritaje. La niña presentaba un conflicto de lealtades supino. ¿Y qué era eso? Bueno, el nombre es bastante descriptivo: es el sentimiento de culpa que se desarrolla en algunos hijos de padres divorciados por sentir que son desleales a uno de los progenitores o a ambos por el simple hecho de querer al que se supone que no debe querer.
¿Qué es lo que debe hacer un padre o una madre para que su hijo termine teniendo un conflicto de lealtades como una catedral? Pues por ejemplo:
Decirle que cuando se va con papá/mamá se queda muy solo o triste
Hablarle mal del otro progenitor
Decirle que le echa muchísimo de menos en plan drama cuando está con el otro progenitor…
En definitiva, volcar en tu hijo tu duelo y tus frustraciones derivados del divorcio. Es probable que si el niño ya es mayor, pueda mandarte a tomar viento, pero también es probable que consigas que se ponga de tu parte (sin atisbar todavía el daño que le estás haciendo a nivel emocional, no por quererte a ti sin fin, sino por currarte que rechace a su padre o a su madre). Pero cuando son pequeñitos, eso puede hacer un daño emocional inconmensurable y muy difícil de tratar. Además, termina afectando a todos los aspectos de la vida del niño: rendimiento escolar, forma de relacionarse con sus iguales…
¿Cómo tratar el conflicto de lealtades?
Tratar el conflicto de lealtades requiere tiempo y, ante todo, coordinación por parte de los progenitores. Estos deben apartar a un lado las diferencias, dimes, diretes y volcar sus esfuerzos en hacerle a su hijo la vida más fácil. En definitiva, hacer una bolita con su ego y su despecho y metérsela por el orificio que consideren oportuno en función de las capacidades fisiológicas de cada uno.
Sin embargo, esto, que a priori puede resultar lógico, no siempre es posible. En ese punto estamos nosotros.
Nosotros partimos de la base de que el conflicto de lealtades está perfectamente diagnosticado, tanto a nivel forense como a nivel de los servicios sociales. Sin embargo, la madre lo niega. En este caso, lo niega porque, según ella, su hija no tiene ningún vínculo de afectividad con el padre. De nada sirve lo que digan a nivel clínico los distintos especialistas que han gestionado este tema desde el punto de forense, psicológico… De nada sirve que le digan que claro que existe un vínculo de afectividad, y muy fuerte y sólido, además, porque ella se mantiene firme en su tesis:
La niña no presenta un conflicto de lealtades porque no quiere al padre
Entenderéis que, con esta postura, es difícil abordar la resolución de una problemática de este tipo. Esto, sin embargo, no es exclusivo de este caso concreto, sino que es algo habitual. Siempre que un diagnóstico, ya sea a nivel sanitario, educativo, etc., no coincide con lo que ella considera que es la realidad, lo niega y paraliza cualquier intento de resolución que no tenga como punto de partida que el padre es el culpable de todos los males que tenga la niña.
Métodos caseros para afrontar el Conflicto de Lealtades
Mientras tanto, mientras que la madre reconoce o no que la niña presenta un conflicto de lealtades, mientras que los Servicios Sociales deciden qué dinámicas y tareas poner; mientras que la madre acepta o se niega a seguirlas… En definitiva, mientras seguimos haciendo el canelo, la niña va empeorando. Por eso, además de las pautas que ya seguimos desde siempre, como por ejemplo: no hablar mal de su madre; no hacer comparaciones entre progenitores, darle recursos para que detecte la manipulación, etc. vamos a empezar a trabajar sus emociones.
¿Y por dónde empezamos? Pues ni idea… porque gestionar las emociones de una forma en una casa mientras en la otra se gestionan de otro modo es muy complicado. Como estamos totalmente perdidos, por ahora lo que hemos hecho ha sido hacer un tarjetazo y empezar a comprar cuentos con los que educar sus emociones. Nuestra intención es ayudarle a educar determinadas emociones que, en su caso, están algo endebles, como la empatía y la frustración. Y, de paso, ayudarle a detectar otros sentimientos que puedan estar más relacionados con el conflicto de lealtades.
Además, queremos ayudarle a que exprese sus sentimientos, algo que no se le da demasiado bien. Esto se debe a varios motivos, pero especialmente a uno:
Miedo…
…ya que ve a sus padres enfrentados y no sabe hasta qué punto puede hacer daño mostrando sus sentimientos.
Por ahora tenemos tres libros De mayor quiero ser… feliz, El gran libro de las emociones y Yo mataré monstruos por ti. El primero tiene muy buena pinta y aborda problemas que tiene ella en su día a día a la hora de relacionarse. El segundo sé que no será su favorito por el tipo de ilustraciones (algo que para ella es muy importante) pero creo que puede ser muy bueno. Y el tercero es un libro del que me enamoré hace tiempo y que quiero que tenga porque me parece delicioso.
Ya os contaré qué le parecen. Por cierto, ¿vosotros cómo trabajáis este tema con los peques? ¿Alguna recomendación?
05/11/2018 at 10:43
Una amiga me dió una idea. No está divorciada ni nada. Tiene la «hora de hablar» en la cama, antes de dormir. Su pequeño (5 años), que es un poco introvertido, puede decir, soltar lo que se le antoje, y ella solo escuchará, sin reproches, sin regañar. Solo escuchar.
28/11/2018 at 15:00
Buenísimo.
Yo tengo ‘un rato’ (son difíciles de tener en una silla más de 30 min.) de tutoría ?
Me cuentan lo que recuerden de la semana (por supuesto, hay que preguntar mucho porque nunca le dan importancia a lo que les pasó) y siempre termina saliendo un asunto que les preocupa, de cualquier índole.
Espero que, por lo menos, les vaya quedando el sentimiento de que me pueden contar cualquier cosa y ya que soy ‘la 3ª persona’ les pueda resultar más sencillo trasladarme a mí sus pensamientos sobre la situación con papá y mamá (por supuesto, procuro no simpatizar con ninguna postura y que me puedan seguir viendo como esa persona que no los juzga, sino que disfruta con su conversación e intenta darle herramientas para organizar su cabecita).
05/11/2018 at 13:25
Yo no tengo ni idea de que es lo que podemos hacer para que tanto la niña como nosotros, estemos mejor.
Nuestro caso es que la custodia la tiene el padre. Pero la niña, no por eso muestra ningun rechazo hacia la madre. Creo que evidentemente, ahí lo hacemos bien. Pero sigue sintiendo rechazo hacia el padre (con el que convive), hacia mi, hacia mis hijos y a todo lo que hay y pasa en la localidad en donde ahora vivimos todos.
Ya no es solo conflicot de lealtades, imagina la infelicidad de esa niña viviendo en un lugar y con una gente de la que su madre le habla, como le habla. Y lo sé, porque yo misma he oído esas conversaciones.
05/11/2018 at 16:31
Yo hablo muchísimo con el niño, pero no en cualquier momento; hay que hacerlo cuando esté relajado y receptivo. Sin forzar nunca una conversación incómoda. No hablo mal de su madre sino al revés, de hecho la saco a veces a colación en las conversaciones con normalidad y positividad. Insisto siempre en que no tiene que elegir, que tiene que querer por igual a uno que a otro. Cuando me consta que la madre habla mal de mi, le digo al niño que su madre también se confunde, que eso está mal y que nosotros no lo haremos nunca. Y lo más importante dedicarles tiempo y quererles: ellos lo perciben y esa realidad supera (o eso espero) a todas las “lindezas” que pueda soltar la parte contraria
05/11/2018 at 23:46
A nosotros nos sirvió el de ‘Yo matare monstruos por ti’, ya que en la separación la niña era muy pequeña y prácticamente no tenían vínculo cuando comenzaron las visitas (casi un año #smqsy impidiendo que se vieran). Ahora con 6 seguimos gestionando emociones y mensajes negativos de la otra parte.
06/11/2018 at 00:35
Es durísimo escuchar lindeces de #smqsy en boca de una personita a la que adoras y por la que estás luchando tanto. No importa las veces que haya ocurrido anteriormente, duele como la primera vez que las pronunció. Nosotros estamos en la misma lucha, intentando hablar con normalidad sobre su madre, esquivando improperios y que la niña esté relajada con nosotros puesto que, con su madre, no puede ni mercionar la palabra «papá» (el nombre de la novia de papá quedó terminantemente prohibido en casa de su madre) . No quiero ni pensar en cómo actuará la niña cuando tenga unos años más con tanta alineación por la otra parte. Sigamos viviendo el día a día, intentando olvidar el pasado e imaginando un futuro mejor.
14/11/2018 at 19:09
En casa gestionamos los MMDQ (mi mamá dice qué) respondiendo con una sonrisa y diciendo «tu mamá es una bromista». Hasta ahora con 3 años va funcionando pero no sé hasta cuando. Ejemplos de MMDQ son «MMDQ papá huele mal» «MMDQ esta no es mi casa» «MMDQ la abuela se plancha la cara»