Como os he comentado, mi Pequeña Dictadora está emocionada con la idea de tener un hermano. No solo está involucradísima en el embarazo, sino que está especialmente cariñosa y feliz (además de encantada con el hecho de ser la hermana mayor y poder ejercer el mando que es, en realidad, lo que más le gusta 😉 ).

Lo que no sabía es que mi hijastra tenía miedos y no precisamente relacionados (al menos por ahora, más adelante ya veremos) con la idea de perder su posición de dominio y atención dentro de la familia.

El otro día, mientras íbamos en el coche, tuvimos una conversación en la que me planteó dos cosas:

Echaba de menos a su hermano cuando no estaba con nosotros
Tenía miedo a que nos separásemos y dejara de verlo

 

Echar de menos a su hermano

Lo de echar de menos a su hermano fue algo a lo que no le di demasiada importancia teniendo en cuenta el contexto en el que estábamos, que no era otro que una terrible tarde de domingo en la que volvemos a Madrid después de pasar el finde en la sierra rodeados de árboles y animales.

 

-Es que no quiero volver a Madrid… Está lleno de coches y gente.
-Bueno, pero también estarán tus amigos de clase y podrás contarles lo que has hecho. Y mañana ya verás a mami y también podrás contarle todo lo que has visto, ver a tu gato…
-Pero es que el problema es que voy a echar mucho de menos al bebé…
-Bueno… pero tu hermano y tú estáis unidos por un hilo indestructible y no importa lo lejos que estés porque siempre vas  a estar con él.

 

 

Esto, que es algo que le decimos muchas veces, abrió otra pregunta y, con ella, otro miedo.

 

¿Qué pasa si te vas y te lo llevas?

 

-¿Y qué pasa si un día te vas y nos separamos?
-Eso no va a ocurrir nunca
-Ya, pero y si ocurre y te vas y Papá y y nos quedamos… y te lo llevas
-Eso no va a pasar, mi vida. Voy a estar siempre con vosotros
-¡Jo, ya! ¡¿Pero y si pasa y ya no le veo?! -me preguntó enfadada.

 

Buscaba una respuesta a esa posibilidad. No importaba que yo le asegurara que eso no iba a ocurrir. Supongo que su experiencia pesa en ese planteamiento y en ese miedo. Entonces decidí contarle una historia que fue más o menos así:

 

«¿Sabes qué ocurrió el día que tu hermano empezó a crecer en mi tripa? Un hada se metió entre tu pijama y con su varita mágica lanzó un poder a tu corazón y creó un hilo de polvo de estrellas. Y con ese hilo se fue a nuestra cama, donde dormíamos el bebé, papá y yo, y se metió entre mi pijama, llegó a la tripa y lanzó otro poder hasta el corazón de tu hermano para unir su corazón y el tuyo con ese hilo de polvo de estrellas. Todos los hermanos del mundo están unidos por este hilo que, aunque parece débil, es muy muy resistente y no se rompe jamás. Lo tienen papá y la tía Ana; mamá y el tío Rober… y es un hilo mágico que consigue mantener unidos a los hermanos tooooda la vida, independientemente de lo lejos que estén.

-¿Y no se rompe aunque estén muy lejos?
-No, porque es mágico y eterno

 

Además, independientemente de eso, yo no os voy a dejar nunca a papá ni a ti. Y si un día dejáramos de querernos como novios, papá y yo nos vamos a encargar de que tu hermano y tú estéis siempre juntos y os veáis todos los días».

 

Esta explicación, que se me ocurrió sobre la marcha la dejó muy tranquila. Se le notó en los ojos que la angustia que tenía cuando me hacía esas preguntas ya no estaba. Todo lo contrario, se quedó contenta.

 

Cuando un divorcio separa a los hermanos

Esto me hizo pensar muchas cosas, entre otras, lo doloroso que puede ser para un niño separarle de su padre, de su madre o de sus hermanos. Creo que tenemos que empezar a tomar conciencia de que los divorcios no pueden convertirse en una amputación emocional para los niños. No tienen que decirle adiós a su padre o a su madre si no es estrictamente necesario porque hay un peligro real por parte de alguno de los miembros (decirles adiós también es pasar de verlos todos los días a tres horas los miércoles, cuidado).

Y también creo que los padres y las madres tenemos que traer al mundo a nuestros hijos siendo conscientes de que quizás, algún día, dejemos de «querernos como novios», pero que nuestros hijos no van a dejar de querernos como su padre y su madre jamás. Y visto lo visto, tampoco a sus hermanos.

Espero que este cariño que siente ahora por su hermano se mantenga intacto.