Hoy voy a contar nuestra experiencia con los Servicios Sociales. Ahora que ya se nos ha pasado el susto y que todo está encarrilado, me gustaría contaros cómo ha sido el proceso, nuestra experiencia y cómo lo hemos vivido por si alguno de vosotros está en nuestra situación o lo está algún día.

 

La llamada de los Servicios Sociales

El pasado invierno mi chico recibió una llamada bomba: el Centro de Atención a la Infancia quería hablar con él para elaborar un informe. Al parecer, la madre visitaba desde hacía tiempo distintos servicios de atención y en uno de ellos consideraban que la niña estaba en riesgo objetivo por parte del padre. Por este motivo decidieron dar traslado al C.A.I.

Recuerdo que aquello nos cayó como un bloque de hielo, principalmente a él, y pensamos que sería el final y que nos quitarían a la niña. Realmente fue algo muy angustioso. Sin embargo, una vez pasado el tiempo, creo que ha sido y será positivo. Estamos muy contentos y esperanzados con la mediación.

 

Primeras entrevistas

Cuando se pusieron en contacto con él solo tenían la información que había facilitado la madre, lo que significaba una visión totalmente parcial y distorsionada de los hechos. Las primeras visitas, por tanto, se centraron en dar su versión, proporcionar información y llevar toda la documentación que tenía hasta la fecha: autos, sentencias, informes forenses del juzgado, denuncias en curso… y que daban una visión más completa y real de la situación. En definitiva, información que iba más allá de las meras manifestaciones que la madre había hecho en los centros a los que había acudido.

Esto fue importante porque esta intervención de los Servicios Sociales no estaba vinculada a ningún proceso judicial, por lo que todas estas cuestiones las desconocían.

 

Visitas con la niña

A partir de ahí comenzaron las visitas de la niña al centro con ambos progenitores por separado. El objetivo de estas visitas era ver cómo se comportaba la niña con ambos, si estaba tranquila, confiada, si mostraba tensión con alguno de ellos, etc. También ha habido sesiones de la niña solas con  una psicóloga y en las que han intentado determinar el estado psicológico de la peque, su relación con ambos progenitores, si tenía a los dos como referente o solo a uno, etc.

 

Conocimiento del entorno

Durante el proceso, el equipo del CAI, formado por una trabajadora social y un asistente social, ha visitado la casa del padre (no sabemos si también la de la madre) para ver en qué ambiente se está criando la niña. Si tiene su espacio propio, si es una casa ajustada a sus necesidades, etc.

Además, también se han puesto en contacto con el cole, hablando directamente con los profesores que ha tenido la peque durante los dos últimos años para ver su evolución escolar y sus relaciones sociales fuera del entorno parental.

 

Terapia de grupo

Además de las sesiones individuales, ambos progenitores han entrado en un programa de terapia de grupo (cada uno en un grupo distinto) en el que se abordan cuestiones dirigidas a la mediación y entendimiento. Aunque a nosotros nos parece una buena idea, consideramos que esta actividad es un tanto suave para la nuestra situación. Por un lado es lógico porque está dirigida a casos de una conflictividad “normal”, pero en nuestro caso resulta insuficiente ya que el grado de conflicto es muy alto. En estas terapias se abordan diferentes cuestiones como: cómo hacer los intercambios, cómo gestionar la relación con las nuevas parejas, etc.

 

Evaluación

Una vez analizadas todas estas cuestiones se hace una evaluación de la situación de la menor. En nuestro caso parece ser que presenta un conflicto de lealtades mayúsculo, algo que ya sabíamos por un peritaje forense del juzgado. Más allá de eso, que no es poco y está originado única y exclusivamente por el conflicto de los padres, la peque no presenta más riesgos.

Una vez detectado, la labor del CAI estará dirigida a mediar y actuar de puente entre ambas partes con el fin de facilitar el entendimiento, reducir los comportamiento tóxicos para con la niña (como, por ejemplo, interrogarla sobre el otro progenitor, hablar mal del otro progenitor en su presencia, etc.).

 

Nuestra experiencia

Nuestra experiencia ha sido dura, pero también positiva. Ha sido dura porque cuando recibes esa llamada se te cae el mundo encima y comienzas, de nuevo, un proceso que en sí es muy angustioso, especialmente para el progenitor investigado. Además, partes de la base de que lo que conocen sobre ti es lo que ha contado el otro, en este caso la madre, por lo que no empiezas desde cero, sino desde más abajo. Aparte de eso, esto significa meter, una vez más, a la niña en un proceso de estas características.

Sin embargo, ha tenido puntos positivos, entre otras cosas, que el padre ha podido mostrar su versión y, tras el análisis que han hecho, todo apunta a que está haciendo las cosas bien y la peque, pese al conflicto de lealtades, se muestra  tranquila y segura con él. Y que su insistencia en hacer determinadas cosas como no hablar mal de su madre jamás delante de ella, está siendo para la peque una tabla de salvación.

Además, tras estudiar el caso, se han ofrecido a mediar entre ambas partes, lo que consideramos muy positivo. Y también se han ofrecido a asesorarnos sobre cómo canalizar determinadas situaciones, lo que vemos tremendamente importante.

Es cierto que, al principio estábamos enfadados y muertos de miedo, sobre todo mi pareja, que una vez más tenía que enfrentarse a una situación incómoda (que te llamen de los Servicios Sociales diciéndote que creen que tu hija está en riesgo contigo asusta mucho); pero afortunadamente ha supuesto una oportunidad para demostrar que la peque está feliz y cuidada con su padre. Y no solo eso, también para darnos nuevas herramientas para hacer las cosas mejor. Aun así, aunque creemos que esta intervención es insuficiente para abordar una situación tan compleja como la nuestra, es un primer paso que, estoy convencida, será muy positivo.

También es cierto que nuestra vida es de lo más normal y que la niña, con nosotros, está en un entorno de tranquilidad, respeto y comprensión que, al final, tiene que imponerse a la locura y a la fantasía. Para su padre siempre ha sido muy importante que la niña encuentre en casa un espacio de libertad y sosiego en el que pueda manifestar sus sentimientos sin miedo a represalias.

 

Espero que este post os haya resultado de utilidad y que, si estáis en un proceso de estas características, intentéis llevarlo con entereza. Es muy duro y agotador porque te pasas la vida con una espada de Damocles apuntándote. Y no solo eso, también existe un estigma social importante derivado de la creencia de que estas situaciones son inexistentes o, como mucho, anecdóticas; y que una madre no puede ser, en ningún caso una fuente de conflicto o un agente tóxico. Todo esto hace que, muchas veces, te sientas muy solo, como si gritaras y denunciaras al vacío.

En fin, lo dicho: si estáis en esta situación, mucho ánimo y a coger el toro por los cuernos porque esto solo es algo más y nunca sabes si puede ser una oportunidad para que a ti también te escuchen. Solo os aconsejo que seáis vosotros mismos, que habléis con el corazón. Esto no va de estrategias, va de salvar al menor, y eso pasa por abrirte en canal y hacer todo lo que esté en tu mano para que esté lo mejor posible. Nosotros nos hemos abierto y estamos intentando poner todo de nuestra parte. Esperemos que salga bien.