Hoy es la graduación de nuestra Pequeña Dictadora. El próximo año estará en primaria. Como veis, ya está mayorcísima. El profe les dijo ayer a los padres que hoy fueran los niños más arregladitos para una foto. Por eso, ayer hablé con mi chico y le propuse quedarme a dormir en su casa (normalmente dormimos cada uno en la suya entre semana porque nos facilita los horarios para llegar al trabajo y porque nos encanta disfrutar de nuestra independencia) y así hacerle a la niña un peinado más elaborado.

Tras las tomaduras de pelo oportunas, en plan: “venga, dime la verdad, lo haces porque quieres peinarla porque te gusta…”, opté por quedarme a un lado y que fuera él quien peinara a su hija (a veces la emoción me puede tanto que me convierto en una madrastra avasalladora, jajaja. Pobre… ¡como si no tuviera ya bastante!).

 

El día de la graduación

Esta mañana, a las 8.30 h. ha sonado mi teléfono y me han llegado tres fotos. Tres fotos de nuestra peque con dos coletitas perfectamente hechas y con una rayita que parecía hecha a cartabón (por algo su padre es ingeniero). Estaba preciosa a rabiar. Me he derretido absolutamente y me he sentido orgullosísima de él y muy feliz y contenta de que esté teniendo la oportunidad de disfrutar tan abiertamente de su paternidad (aunque no nos lo estén poniendo fácil). No hace falta decir que me he desgastado el dedo enviándole todos los iconitos con ojos de corazones que he podido.

Es posible que a la madre le dé un infarto cuando la vea, o piense que lo he hecho yo, pero no… La ha peinado él con todo el cariño y la ilusión del mundo. Probablemente a ella le gustaría que fuese mal peinada para poder regocijarse en su idea de que ella es la única que puede cuidar a la niña y de paso argumentar que él no tiene capacidad suficiente para cuidar de su hija, pero se va a fastidiar. La tiene y cada día demuestra que lo hace fenomenal.

Hablando de pelos y coletitas

Son muchos los padres que quieren aprender a peinar a su hijas (un reto para mucho de ellos, pero terminan haciéndolo fenomenal). Hace un tiempo se hizo muy famoso Philippe Morgese, un padre soltero que se propuso aprender a peinar a su hija de todos los modos posibles. Su habilidad llegó a ser tal que ahora da clases a otros padres y tiene su propio negocio dedicado a formar a padres que quieren aprender a peinar a sus hijas.