El otro día mi chico salió a la calle y se encontró a #SuMadreQueSoyYo paseando acera arriba, acera abajo a 20 metros escasos de la puerta de nuestra casa, haciendo guardia. Era fin de semana y la niña estaba con nosotros y, por mucho que lo pienso, no imagino qué fue lo que le llevó a fingir un paseo de trayecto limitado y reducido, por los alrededores de nuestra casa.

Su casa y la nuestra no están lejos, pero tampoco están lo suficientemente cerca como para ir andando de una a la otra un día, además, especialmente desapacible. Además, si por algo se caracteriza nuestra zona es porque no hay nada. Ni una tienda de chuches. Ni un chino. Ni un bar… no hay nada cerca que pueda servir como excusa. Es decir, si te haces esos 40 minutos andando y te pones a pasear acera arriba, acera abajo no es porque estés haciendo tiempo a que tu churri/padre/madre/amiga Mari Pili, salga del súper. Has ido ahí a propósito a esperar.

Además, Madrid se caracteriza por ser una ciudad especialmente grande, concretamente tiene 604,45 km2, por lo que hay espacio suficiente para ir a pasear, si es que te apetece hacerlo uno de estos días en los que, como ese, el viento te corta la cara. ¿Qué mejor plan? Sin embargo, tienes que tener en mente algo muy concreto para que, teniendo en cuenta lo grande que es Madrid, tu paseo se ciña a ir frente a la casa de tu expareja, donde tu hija pasa tranquilamente el fin de semana con su padre. A sabiendas de que estás interrumpiendo el tiempo con su padre, a sabiendas de que por sentencia no puedes hacerlo y, a sabiendas, de que no es la mejor opción. ¿Pero qué importa lo que diga una sentencia cuando llevas 1000 incumplimientos y nunca te ha pasado nada?

¿Qué hubiera pasado si, en vez de ser la madre hubiera sido el padre el que estuviera en la acera de enfrente de la casa de su ex paseando, esperando que salieran ella y su hija a la calle? Una sola llamada a la Policía sería suficiente para que ese padre pasase una noche, mínimo, en el calabozo (no por ser padre, sino por ser exmarido). ¿Qué pasó siendo como fue: ella enfrente de nuestra casa? Nada. No pasó nada como no pasó en ocasiones anteriores cuando nos ha acosado hasta la extenuación, perseguido, grabado, hecho fotos… y hemos llamado a la Policía y hemos pedido auxilio a la Justicia. Total: solo es una madre que quiere ver a su hija. Ajá.

No pasó nada porque no puedes ir con un teléfono 24×7 grabando tu vida para ir acumulando pruebas por si alguna vez alguien se detiene a juntar las piezas y ver que estamos hablando de algo muy serio. No pasó nada porque llega un momento que se te encoge la tripa de pensar que si sacas el teléfono para grabar la escena, provocarás que esa escena (la que ella busca) tenga lugar y, con ello, harás un daño importante a quien quieres evitárselo, por lo que terminas evitándolo y no dando opción. Y no pasó nada porque, por experiencia, sabemos cuando el sujeto de la acción es ella, nunca pasa nada. También tienes razón.

¿Qué pasó pues? Que mi chico la vio. La miró. Ella le miró. Y volvió a casa a avisarme para que no saliéramos y evitar la escena que, haciendo un esfuerzo, imagino que buscaba (porque no tiene sentido): ver a su hija, abrazarla y decirle que la quiere, que la echa de menos y que no se podía ir con ella porque tenía que estar con su padre. Y, así, rellenar un poco su ego y quedarse tranquila sin importar las consecuencias o si la niña se queda hecha una mierda porque no entiende en qué se está convirtiendo su infancia.

Muchas veces pienso si nuestro juez será consciente del daño que está provocando su inacción (y no solo a nosotros, sino a tantísimas familias, y con ello menores, secuestrados en su inacción total y absoluta). Si los Servicios Sociales serán conscientes de la situación que vivimos por mucho que le contemos. Pero el caso es que, aunque sabíamos que nos espiaba los fines de semana, no fue hasta el otro día cuando supimos que ya han pasado cinco años… y, cinco años después ahí la tenemos: a 20 metros de la puerta de casa haciendo guardia los sábados y domingos por la mañana.

Y eso da miedo y pena, aunque más de lo primero. Pero las psicosociales dicen que, aunque presenta un pelín de histeria, todo es normal. Pues nada: sigamos para Bingo.