Hoy tengo post largo porque voy a hablar de un tema que me llega muchas veces por muchas vías y con el que mucha gente intenta darnos esperanzas (cosa que agradezco enormemente porque, si algo hemos descubierto con este blog, es la fuerza y solidaridad de una comunidad de personas que no se conocen, pero que están unidas por una misma problemática).

Sin embargo, hoy quiero aclarar algunas cosas que puede ser se hayan desvirtuado (o concluido) conforme han ido evolucionando los post: nosotros no deseamos lo peor para la madre de mi hijastra, ni deseamos que en un futuro ella la odie, todo lo contrario. Nos gustaría que fuera feliz y que en un futuro, ambas puedan tener una relación sana. ¿Por qué digo esto?

Como decía me llegan muchos mensajes personas (padres, madres e hijos de padres separados que ahora son adultos) que, tras una experiencia similar a la nuestra, han vivido en primera persona o como testigos, el rechazo de los hijos a su madre o a su padre, es decir, al progenitor que durante el divorcio actuó de mala fe contra el otro. Y me animan a que tengamos paciencia porque, cuando sea mayor, ella se dará cuenta de la realidad y dará la espalda a quien ahora no está haciendo las cosas adecuadamente, en este caso su madre.

Supongo que este rechazo es una reacción normal y totalmente natural ante una situación que puede ser muy dolorosa para un niño. Una reacción lógica y justificada de una persona que, durante muchos años, ha sido sometida a un estrés y a una presión innecesarios.

Sin embargo, miro al futuro y tengo claro que no quiero esto para mi hijastra.

 

Sí, queremos que sepa la verdad

Obviamente tanto mi pareja y yo soñamos con que algún día mi hijastra sea consciente de la verdad y pueda, por sí misma, valorar la situación. Pero no por una cuestión de venganza hacia la madre, sino por una cuestión de tranquilidad para nosotros.

Supongo que solo las familias que viven en una situación como la nuestra, incluso peor porque las hay muchísimo peores, saben a qué me refiero si hablo del miedo permanente en el que vivimos. Un miedo a perder al hijo, a que llegue un momento en el que no sepa distinguir realidad y ficción y rechace a su padre; un miedo a que la manipulación gane la batalla y la lucha no haya servido para nada…

Es una mezcla de miedo y angustia con la que se aprende a convivir, pero a la que nunca terminas acostumbrándote. Por lo tanto, que llegue un momento en el que el menor sea consciente de la realidad significa que ese miedo y esa angustia desaparezcan y puedas disfrutar de tu hijo o de tu hija (hijastros, hijastras) tranquilamente, como cualquier padre o madre. Sin miedo a una denuncia. Sin miedo a una llamada de los Servicios Sociales. Sin miedo a una visita de la Policía. Es decir, con calma y libertad.

 

No, no queremos venganzas

Como decía antes, esto no lo queremos por un afán de venganza, aunque el simple hecho de que la peque se dé cuenta de la realidad pueda resultar muy doloroso para su madre por no haber conseguido lo que ella pretendía: una vida con su hija sin el padre o, lo que es peor, conseguir que el padre pierda a su hija, que no es lo mismo.

Cuando hablo de que no quiero venganzas me refiero a que no me reconforta pensar que en un futuro mi hijastra pueda darse cuenta de la verdad y rechazar a su madre. Y no solo no me reconforta, sino que me pone los pelos de punta. ¿Por qué?

 

Porque sé que no sería feliz y nosotros lo que queremos es su felicidad.

 

Nadie puede ser plenamente feliz odiando a su padre o a su madre. Y esto, que para algunos progenitores inmersos en un divorcio contencioso no tiene importancia, es algo que yo tengo muy presente. Nosotros no soñamos con el momento en el que la peque rechace a su madre. Al contrario, espero que si algún día ella es consciente de la situación sepa gestionarlo desde el perdón; sepa trabajar esa desilusión y ese dolor y pueda convivir con su madre desde el conocimiento, pero desde el respeto y el cariño.

En este sentido, nosotros intentamos darle todas las herramientas posibles para gestionar sus emociones y espero que, en un futuro, si esta situación se da, sepa verlo desde la calma y no desde el dolor y el rechazo.

 

Sí, su madre también sufre

Por mucho que nos enfademos, nos demos cabezazos contra la pared y maldigamos la situación que tenemos, sabemos que su madre también está sufriendo. Esto no quiere decir que justifiquemos su actuación, ni mucho menos. La criticamos, la denunciamos y, con ello, intentamos proteger a la niña y protegernos a nosotros.

Pero creo que no me equivoco si digo que una persona capaz de hacer lo que esta persona está haciendo, es una persona mal asesorada, que ha perdido el control de sus emociones, así como el contacto con la realidad y que necesita ayuda. Una ayuda que el sistema (judicial, social, legal, etc.) no solo no le está proporcionando, sino que por el contrario, le está negando bajo un supuesto amparo, por ser la madre; que no está haciendo más que poner en manos de una persona que no controla sus emociones armas de destrucción masiva para llevar a cabo su objetivo: destruir al padre; así como cronificar una situación con la que la mayor perjudicada es una niña.

En realidad, tras el hartazgo, desesperación, repudio, rechazo, miedo, etc. que pueda transmitir a través de los post y que realmente existe, también hay mucha pena, principalmente por parte de mi pareja quien no reconoce ni asimila el comportamiento de una persona con la que ha compartido casi 20 años de su vida, de la que ha estado profundamente enamorado y con la que ha tenido una hija, lo más importante ahora mismo de su vida.

 

Sí, todos nos equivocamos

Y, por último, todos nos equivocamos y podemos actuar de malas formas y mala fe en un momento determinado. Aunque creamos que no, a veces la vida hace que confluyan una serie de cosas que hacen que reaccionemos como jamás pensamos que lo haríamos. Eso no justifica un comportamiento ni le quita gravedad, ni significa que no se tengan que tomar medidas legales ya que las consecuencias para quien las sufre son igual de dolorosas y dañinas, pero es importante tenerlo en cuenta.

A veces pienso que si algún día #SuMadreQueSoyYo llega a ser consciente del daño que está provocando a su hija (no a nosotros, que sé que le satisface), sentirá un dolor inmenso. No me gustaría estar en su piel ese día. Pero por ahora no es consciente y las ganas de venganza o de ver sufrir a su exmarido superan el amor y el respeto por su hija.

 

No… La batalla tiene que ganarla Mi Pequeña Dictadora

Por estos motivos expuestos no me gustaría que Mi Pequeña Dictadora terminara rechazando a su madre en un futuro. Porque sé que su madre, a su manera y desde sus maneras, quiere a su hija aunque no esté poniendo su bienestar ante todo. Porque sé que mi pareja ha querido mucho a esa mujer y, aunque siente desesperación por su comportamiento, también siente pena por los años vividos. Porque sé que también le desespera ver que la madre de su hija está en esta situación y ver que, más allá de ayudarla, la jalean y la azuzan para que siga destruyéndose. Porque sé que lo que más le duele es ver que su hija no puede disfrutar de una madre en sensatez de condiciones.

Y porque sé que solo desde el cariño, desde el perdón y desde la calma Mi Pequeña Dictadora podrá ser feliz. Y eso es lo que quiero para ella. Quizás desde un punto de vista egoísta, porque nosotros no seríamos felices si la viésemos actuar desde el rencor, desde el odio y la venganza. Puede ser. Pero el caso es que sabemos que solo va a ser feliz si está en paz consigo misma.

Por eso, os animo a que si estáis en ese momento en el que vuestros hijos están descubriendo el pastel de su infancia, dejéis a un lado las ganas inevitables de venganza y penséis en ellos y en su derecho a, por una vez en la vida, vivir tranquilos. Que les escuchéis, les apoyéis, les animéis… y les acompañéis en esta búsqueda y este duelo sin fallarles ni un instante, independientemente de cómo se resuelva porque hay veces que el daño es tan grande que el rechazo es lo que más calma.

Pero es importante que intentemos trabajar en darles herramientas para que puedan afrontar ese momento con el menor dolor posible porque en esta batalla tan horrible y dolorosa solo puede haber un ganador…

 

…y en la nuestra espero que la única e indiscutible ganadora sea Mi Pequeña Tiranilla, Mi Pequeña y Bonita Dictadora.

 

Pd. Sé que al revés los sentimientos nos son iguales, pero eso no nos importa. Trabajamos día a día para que sea feliz y ya pasará lo que tenga que pasar.