La vuelta al cole siempre ha sido algo peliagudo y hasta que me he convertido en madrastra no he entendido por qué diantres mi madre rezaba, desde el 22 de junio, para que llegara el 22 de septiembre. Esta es una de esas tantas cosas que entiendes cuando tienes un hijo o un medio hijo o un semi hijo o una Pequeña Dictadora, como es nuestro caso.

Por lo que he podido ver en Twitter, casi todas las madres de España están a vueltas con los libros. Ya no por lo que cuesta comprarlos, sino por lo que cuesta forrarlos. Viendo el pitote que hay montado (que quién diría que están pidiendo que creen un algoritmo matemático), me alegra que #SuMadreQueSoyYo, como demonia custodia, sea la encargada de superar tal gymkana editorial y existencial.

 

Nuestra vuelta al cole

Este año nuestra vuelta al cole es especial por varios motivos, entre ellos, estos dos:

¡Pasamos a Primaria!

Pasar a Primaria significa tener la clase en la planta dos y cambiar de profe. La niña está emocionadísima a la par que preocupada porque cree que no vamos a ser capaces de encontrar su nueva clase cuando vayamos a recogerla.

El primer día se lo come #SuMadreQueSoyYo

Por lo tanto, el drama matutino también se lo comerá ella. Me da una pena mora que no estemos su padre y yo para acompañarla, pero teniendo en cuenta que la peque nos ha llegado con una carga genética morrocotuda, prefiero no enfrentarme a ese momento de:

8 am
intentas con todas tus fuerzas hacerle una fiesta de algo que es un dramón
mientras la niña llora con unos lagrimones como avellanas.
Se niega a vestirse
Y llegas tarde al trabajo.

 

Va a poder zurrar a Jose de nuevo y desahogarse

¿Os he dicho que nuestra Pequeña Dictadora es una hater? (no me extraña, debe estar a punto de explotar). Sin duda, ella es la que corta el bacalao en clase. Cuenta su padre que un día fue de los que fue a Secretaría, pasó al lado de su clase y escuchó decir al profesor con hartazgo y desesperanza: «Bonitaaaa de nombreee… no le pegues a Jooose». ¡Pobre Jose!

Nosotros intentamos que no lo haga (ni zurrar, ni mangar), pero claro, «honra merece el que a los suyos sale», dicen, y no hay que olvidar que su madre y sus abuelos maternos son unos auténticos camorristas (figuradamente/presuntamente/y con todos los -entes que sean necesarios).

 

Cositas bonitas durante el curso

Además, este curso nos va a deparar momentos muy chachis. Según ella ya se le empiezan a mover los dientes (aunque también dice que está sorda y oye perfectísimamente), pero bueno. Yo no lo noto. No obstante, ya estoy buscando plantillas para empezar a preparar la puerta del Ratoncito Pérez y hacer un roedor mono con fieltro. También estoy haciendo acopio de velas para poner en la iglesia de mi barrio (aunque yo no soy muy creyente, más bien soy una interesada) para que se le caiga algún diente estando con nosotros.

Por otro lado, también tenemos retos para este curso. Yo me he propuesto enseñarle a montar en bici sin ruedines, que no se atreve; y a patinar en línea, que tampoco se atreve. Y, por supuesto, a que se haga amiguita de las hijas de Los Flanders, nuestros vecinos del Opus. Cuatro niñas monísimas y mojigatísimas (pero muy educadas) a las que, tras tres años como vecinas, todavía mira con cara de muñeca diabólica.

Diréis que qué me lleva a querer que se haga amiga de ellas… Bueno, le cuesta mucho relacionarse con niñas que no sean las compañeras del cole, por lo que será una forma de que se abra, aunque sea rezando las Bienaventuranzas antes de merendar.

En fin, que la vuelta al cole es un gustazo. Aquí el único que  tiene motivos para llorar, obviamente, es Nacho. ¡Ánimo, campeón!

 

Pd. También me he propuesto hacerme «amiga» de las mamás de clase… pero para contaros eso necesito un gintonic. ¡Ánimo con los forros, chicas!