Hemos ido al cine a ver Luis y los Alienígenas. Atrás quedaron los tiempos en los que iba al cine yo sola, a los Golem, a ver pelis de autor, muchas infumables, pero todas ellas interesantes. En esta peli había algo similar: éramos cuatro en la sala.

El caso es que entramos los tres en la sala dispuestos a vivir una tarde de cine y sabiendo que estábamos viviendo al límite porque habíamos comprado un cubo grande de palomitas y una Coca-Cola. De hecho, de enterarse #SuMadreQueSoyYo de este tema en algún momento, tendremos que ir a ver a nuestro amigo el juez  decirle: mire usted, el cine y las palomitas están estrechamente ligados en la cultura popular.

Así y con medio litro de agua, porque las palomitas eran pura salmuera, nos dispusimos a ver las andanzas de Luis con unos seres llegados del espacio.

 

Luis y los alienígenas (+ un padre dejado + una asistente social)

Luis es un niño de 12 años que vive con su padre, un señor aparentemente tarado que se dedica a la Ufología, es decir, a la investigación de la vida extraterrestre. Esto no tendría más historia, porque, oye, aquí cada uno se dedica a lo que considera, si no fuera porque el padre tiene a Luis en el más absoluto abandono.

La mamá de Luis murió hace unos años, por lo que el niño se ve inmerso en una situación de soledad estructural, viviendo en una casa sucia, desordenada y con un padre que dicen está loco y no le atiende.

Cuando vimos el percal y los mensajes que se enviaban en cuanto a la relación padre-hijo y la falta de la madre como elemento que proporcionaba equilibrio a la familia (y no solo eso, sino también amor, cuidados, higiene, etc.), mi chico y yo nos miramos al mismo tiempo por encima de la cabecita de la niña, que no perdía ripio de la historia mientas, agarrada al cubo, se metía puñados de palomitas entre pecho y espalda. Una buena forma de interiorizar mensajes como que:

El papá de Luis le había abandonado porque tenía que trabajar
Luis estaba más feliz cuando estaba con mamá

 

Todo muy ideal y en línea para nuestra situación.

Para más inri, el colegio, conocedor de la situación de desamparo en la que se encuentra el niño al convivir solo con su padre, decide avisar a los Servicios Sociales. Y así es como aparece una especie de Señorita Rottenmeier dispuesta a calcular cosas como el nivel de soledad que hay en las lágrimas del pequeño o revisar el estado de la casa donde vive el niño (para lo que se pone un guante que le permite ver el grado de polvo que hay en los muebles, algo que me pareció muy ilustrativo de la actitud que traen estos equipos cuando te visitan en casa).

En fin, no voy a hacer mucho spoiler, pero lo cierto es que flipamos bastante con los mensajes que se lanzaban, girando todos alrededor de la incapacidad del padre para hacerse cargo del hijo, de la tristeza del hijo por no tener a su madre, del abandono de la casa y la familia tras la muerte de esta y la diferencia de Luis respecto al resto de niños, todos con familias tradicionales de madre-padre-perro.

 

La importancia de lo referentes en las pelis infantiles

Probablemente esta sensibilidad a estos mensajes  venga inducida o provocada, en parte, por nuestra experiencia. Y quienes lean esto piensen lo mismo que pienso yo cuando veo que otras personas ven una cruzada contra una causa por cualquier comentario: que se nos ha ido la olla. Aun así, creo que es importante que las películas dirigidas a niños empiecen a abordar historias con nuevos referentes familiares y, sobre todo, con nuevos argumentos.

Es importante que desde estos ámbitos se proyecte la realidad de una  sociedad cambiante, con nuevas familias y con una estructura emocional cada vez más abierta.

No obstante, recomiendo la peli. Es divertida y una oportunidad para hacer un estudio sociológico sobre hasta qué punto hemos enquistado los roles y los estereotipos familiares.