Desde pequeñas nos preparan para ser madres. De hecho, cuando jugamos a las casitas y repartimos roles, una hace de mamá, otra de papá… Pero, nadie hace de madrastra. Nadie te prepara para ser madrastra. Jamás piensas que el rol de ese personaje infame, déspota y cruel de los cuentos (y que es el responsable de la amargura de la preciosa protagonista) es el que te va a tocar ejercer a ti.

Sin embargo, los tiempos cambian, las familias evolucionan y es muy fácil que termines siendo una de las agraciadas. Es tan sencillo como conocer a un chico y que ese chico traiga consigo un regalito. Eso fue lo que me pasó a mí hace dos años.

Este blog, que no pretende ser un blog eterno, sino un repositorio de experiencias, tiene como objetivos redefinir el rol de las madrastras y visibilizar nuestra existencia; encontrar una palabra con algo más de musicalidad y dulzura con la que designar a esas mujeres que, como yo, de un día para otro se convirtieron en mamadrastras (o dicho de otro modo, en unas pringadas); y, si es posible, formar a esas madres (biológicas) que, no tendrán que ser obligatoriamente nuestras amigas, pero sí aliadas porque, según las estadísticas, muchas de ellas (tarde o temprano) tendrán que vérselas con nosotras.