Ayer estuve hablando con una madrastra que me contaba que su hijastra había declarado ante el juez que su madrastra le pega. Lo hicimos después de varios días en los que no habíamos podido hablar porque no podía parar de llorar.

Al parecer, la madre de su hijastra la había denunciado hacía unos días por maltrato a la niña. Según me contó, al día siguiente tuvo que ir a prestar declaración ante el juez, quien terminó archivando el tema. Además de ella, también declaró la niña, de 11 años, que dijo que sí, que su madrastra le había pegado, que la zarandeaba, que le había dado una torta… Al parecer, nada de eso ocurrió.

Mi madrastra me pega

Mientras me contaba por teléfono lo que le había pasado, atropelladamente y todavía muy nerviosa, su discurso me llevaba a situaciones similares que nosotros vivimos con nuestra niña, (a la que ya no quiero llamar Mi Pequeña Dictadora, porque ya no es tan pequeña). Reconocía en ella los comportamientos que esta madrastra me narraba; las situaciones de rebeldía; de mentir a su madre cuando hablan por teléfono sobre temas como lo que come, lo que hace, con quién está, con quién no… Y se me erizaba la piel.

Aunque, afortunadamente, nosotros todavía no nos hemos visto delante de un juez para este tema, sé que antes o después lo vamos a hacer, porque ya empieza a asomar la patita y ya en varias ocasiones le ha dicho a su padre que le pega o que le pegaba de pequeña (que es lo que le dice su madre). E incluso a mí misma me ha dicho en alguna ocasión que le pego.

El maltrato para los hijastros es algo que está presente en las vidas de estos niños en muchas ocasiones. Nuestra niña, desde los tres años, está oyendo cómo su madre le dice que su padre la maltrataba, que también maltrataba a ella (su hija), que les pegaba, que no las quería, que las había abandonado… Y eso lo abordan, al menos en nuestro caso, desde una sobreprotección brutal que desemboca en una vida sin límites y sin responsabilidades.

En nuestro caso, la casa de su madre es una suerte de parque de atracciones donde todo vale, no tiene responsabilidades y todo el día están de juegos y fiestas. La nuestra es la casa de los límites, las obligaciones, el estudio y el bebé, que conlleva también unos horarios y unas rutinas.

En esta casa me maltratáis

El otro día mi hijastra nos dijo que la maltratábamos y no estaba bien con nosotros. Las razones que daba eran que le obligamos a recoger su habitación, a ayudarnos a poner la mesa, a llevar su ropa sucia al cesto… En definitiva, a colaborar en casa. Esto lo considera una afrenta y un maltrato.

-Estoy todo el día trabajando para vosotros mientras vosotros no hacéis nada.

Lo mismo ocurre cuando llega la hora de estudiar:

-En esta casa me obligáis a estudiar y no tenéis en cuenta mi opinión

Es decir, está permanentemente está comparando las dos casas y el trato que le damos en cada una de ellas, pero desde una perspectiva de: “Si no hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero, me estáis maltratando”.

¿Estos niños están enfermos?

Hace tiempo que estamos intentando asumir que, antes o después, nos veremos en una situación como la de esta madrastra. Sobre todo yo que, en este sentido, soy más pesimista. Por eso ayer, mientras le contaba a mi chico la historia y mis temores, me dijo:

-Yo creo que eso no lo hará, pero sí elegirá a su madre en algún momento y la perderemos durante un tiempo.

Sobrepasada por el último fin de semana con ella, que ha sido complicado, le respondí:

-Pues te digo una cosa: si te rechaza a ti, que se despida de mí y de su hermano

 Obviamente era un comentario desde el dolor y la desesperación que produce una situación así. Entonces mi chico me contestó:

-No… tranquila. ¿No te das cuenta que X está enferma? X es una niña enferma.

Y me caí de culo, y casi exploto de la rabia porque sí, es una niña enferma, efectivamente. Como la hijastra de esta chica y como tantos y tantos niños que enferman psicológicamente por estar todo el santo día en medio del divorcio de sus padres, una guerra de adultos en la que no deberían estar.

El conflicto de lealtades

Ayer esta chica me decía al hilo de las mentiras que le dice su hijastra a la madre por teléfono: “Yo creo que disfruta creando conflicto”. Y no… no disfrutan, ya le dije. Estos niños viven un conflicto de lealtades brutal y esto es lo que les hace actuar de esta manera ante una de las partes o, a veces, ante las dos.

Al parecer, cuando la hijastra de esta chica volvió a casa unos días después para iniciar la estancia con ellos, su comportamiento era normal, como siempre; amable con ella y actuando como si nada hubiera pasado (igual que hace mi hijastra cuando le da soporte a su madre en alguna de sus locuras contra nosotros). Y me preguntaba: «¿Qué tenemos que hacer? ¿Hablamos con ella? Por ahora hemos estado  como si nada».

Yo sí hablaría, es más, en nuestro caso estamos empezando a hacerlo. Es cierto que hasta ahora no lo hemos hecho y creo que nos hemos equivocado al no preguntarle por qué miente en estas cosas, pero desde hace un tiempo sí. Creo que hay que abordarlo e, intentando que no se sientan culpables para no ahondar en el conflicto de lealtades, aclararles que no se puede mentir sobre algo tan serio e intentan trasladarles el daño que se hace para que trabajen esto desde la empatía.

En cualquier caso, me gustaría conocer vuestra opinión, saber qué haríais vosotros. ¿Hay alguien más que se haya visto en esta situación? ¿Hay algún especialista que nos pueda orientar sobre cómo abordar estas situaciones?