Hoy he sabido que Mi Pequeña Dictadora le «confesó» ayer a su prima que su padre le pega y que por eso tiene que irse con mamá de vacaciones. Su prima se lo dijo a los abuelos. Los abuelos a mi chico. Y mi chico a mí, pero de refilón. Realmente me he enterado por rebote. Hay cosas que no quiere que sepa y no por ocultármelas, sino porque sabe que lo paso mal.

El caso es que me he enterado de eso hace un rato. No me ha pillado de sorpresa. Hace unos meses, cuando sacaba a la niña de la bañera, me espetó: “¡Tú me pegas! Tú me pegas patadas y puñetazos”. En ese momento me quedé helada no tanto por lo que dijo, sino por cómo lo dijo: me estaba informando. Me lo decía a título informativo, como si me estuviera informando de que tengo que ir a comprar pan. Me di cuenta de que estaba ensayando. Ensayaba los mensajes. Frases inconexas que había aprendido de memoria pero que no correspondían con la lógica de la conversación.

Esto, sin embargo, no es una novedad. Desde hace un tiempo la niña viene recibiendo estos mensajes. Es más, sabemos que la madre la graba diciendo estos mensajes mientras ella pone el grito en el cielo y finge sorprenderse. Un sainete de sorpresa y reacción que poco se corresponden a las de una persona que se acaba de enterar que a su hijo o a su hija le pegan, pero que no duda en meter en un pendrive y presentar en un juzgado para demostrar que sí, que a la niña le pegamos palizas, palizones. Patadas, puñetazos. Sí, con todas nuestras fuerzas. 75 kilos de padre pegando una patada a una niña de 22 kilos, sí. ¿Os lo imagináis? Pues oye, pega tan bien que sale ilesa.

No sé si mi chico hablará esta tarde con la niña, no sé qué hará. Hoy se lo ha dicho a una de las múltiples asistentes sociales que nos no-asisten y ha dicho: “ajá”, sin más. “Ajá”. “Ajá”.

A veces me pregunto cómo tiene que estar la cabeza de esta niña. Una niña de seis años que lleva desde los dos presenciando un infierno y recibiendo los mensajes más sórdidos y repugnantes que puedas imaginar un día tras otro y otro y otro y otro. Hasta el punto de llegar a creerse ayer que sí, que su padre le pega y que por eso tiene que irse con mamá en vacaciones.

Tengo el estómago revuelto porque me pregunto cuándo vamos a ser capaces de parar a este monstruo. Tengo el estómago revuelto porque me pregunto hasta cuándo va a estar el Sistema de Hacer el Canelo que tienen montado estirando esta cuerda. ¿Hasta que se rompa la cuerda o hasta que se rompa la niña?