Hay muchos parecidos razonables entre madre y madrastra. ¿Que no? Eso es que te lo crees tú. De hecho, estos parecidos razonables son los que hacen que, de vez en cuando, no sepamos ni dónde vivimos.

Sin embargo, no voy a tratar los grandes parecidos, esos que nos hacen que a veces creamos que nos hemos convertido en una madre o esos que a los peques les hacen llamarte «mamá», mientras tú con la boca pequeña y riéndote malvadamente para tus adentros dices: «no, cariño, tú ya tienes una. Por eso yo te doy un chicle con azúcar». Bueno, como esto se va a compartir por Twitter y no quiero que las defensoras de la liga de la maternidad responsable me apaleen, voy a dejar de gastar bromas que puedan malinterpretarse y voy a lo que he venido a contar.

 

Pequeños parecidos razonables entre madre y madrastra

Te comes todo lo que sobra

Algo que nunca he entendido es por qué mi madre va como una aspiradora por la casa, ingiriendo todo lo que vamos dejando. ¿Que sobra algo en el plato? Se lo come ella. ¿Que sobra algo en la cazuela? Se lo come ella. ¿Que me dejo un chusco de pan? Se lo come ella. ¿Que mi padre no termina la copa de vino? Se la toma ella de un trago. Huelga decir que, acto seguido, dice: ¡Ay, estoy que voy a explotar!, pero si me he dejado una cucharada de potaje, lo remata.

Bien, pues yo he detectado que a #MisAmigasLasMadres les pasa lo mismo y a mí también. Anoche, durante la cena, Mi Pequeña Dictadora decidió tomarnos el pelo y se dejó el pollo. Su padre, que considera que no me alimento lo suficiente, resolvió la situación pragmáticamente y tiró por la ruta fácil:

-Dime qué quieres y que se lo coma la #AmiguiDeLas13Letras. No estás cenando nada…
-WTF?!

Aunque aquí ponga que mi respuesta fue esa, lo cierto es que el pollo tenía una pinta fabulosa y me lo zampé. Pero después vino la segunda ronda:

-Es que no quiero más sandwich…
-¿Te lo comes tú?
-WTF?!

Nuevamente acepté sin rechistar. A todo esto, yo seguía con mi cena y ya me había zampado dos galletas Chips Ahoy, que son mis favoritas y que me crean una adicción en cuanto las huelo que no he conseguido todavía entender.

El caso es que esto se repite una y otra vez. Desde que soy madrastra, me he fagocitado con esa manía tan maternal de comerse todo lo que los demás van dejando. Será que tengo ansiedad porque ser madrastra es vivir sin vivir en ti, como Santa Teresa.

 

Llevar el bolso como un cajón de pollos

Bueno, esto es algo que siempre me ha ocurrido, aunque en menor medida. Pero desde que Mi Pequeña Dictadora entró en mi vida, parece un cajón de pollos porque no es un bolso, es un basurero. Así, a bote pronto, y en estos momentos llevo los siguientes extras:

…un cacao de Hello Kitty, un montón de caramelos que cogió del hotel,
miles de minipapelitos con minidibujitos que me da pena tirar porque están dedicados, pero que siempre olvido sacar porque son mini;
gomas del pelo; migas del bocata del otro día; más gomas;
una horquilla de clip con purpurina;
los polvos de hada, que como se le salga el corcho voy a flipar…
Y un brillantito que me dio para que me acordara de ella cuando abriera el bolso.
¡Flipa, Rossy!

 

Los bolsillos de la bata, una trinchera

Otra de las cosas que siempre he creído que es muy de madre, y que además lo he comentado con mis amigos y veo que es verdad, es meterte todas esas pequeñas cosas  que pillas y que no sabes dónde poner, en el bolsillo de la bata.

La casa de mi chico es un campo de minas (mi teoría es que, como salió de casa de sus padres para casarse y meterse bajo el mando enemigo, ahora está viviendo una segunda juventud y cree que está en un piso universitario). El caso es que todo está lleno de cositas súper pequeñas que le compra a la niña y que la niña usa, deja tiradas donde menos te lo esperas y no recoge.

El caso es que, como tengo una capacidad especial en encontrarme cosas en sitios recónditos (y ver cosas tiradas que nadie más ve), me paso la mañana metiéndomelas en los bolsillos de la bata. ¿Y qué pasa cuando no llevo bata? Pues que lo meto en los bolsillos del pantalón. Así es como hoy he ido a sentarme y me he clavado algo en el culo que ha hecho que se me saltaran las lágrimas, y que no era otra cosa que un macarrón (al huevo y de Pastas Gallo que utilizamos para el regalo del Día del Padre).

La maternidad absorbe y fagocita

Como veis, una vez que la maternidad (ya sea real o ficticia) te absorbe, todas empezamos a adoptar comportamientos comunes y extraños (creo que este argumento no dice mucho en mi favor teniendo en cuenta el percal que tenemos en casa, pero bueno, sabéis que si algo se hace en las redes es generalizar y exagerar sin sentido para agitar a las masas).

Es más, creo que estos pequeños parecidos son suficientes como para que empecemos a pedir esos derechos que nos corresponden si nos divorciamos. Mmmm… ¡Uy! ¿Estoy planteándome sacar rédito en caso de divorcio? Uy, eso es muy de madre también…

¡Que no, chicas, que es broma! No os alteréis. Es que tengo que poner humor a la vida para sobrevivir.