Últimamente hay un babyboom madrastril y muchas madrastras tienen los miedos propios de las madres primerizas y, además, los de las madrastras. Yo también tenía muchos y, en su día, escribí sobre los 5 miedos de esta mamimadrastra.

El posparto es un miedo común para muchas mujeres porque pocas veces lo pintan bien. A las molestias propias del parto, hay que unir la situación emocional de la madre; la bajada de las hormonas; el guirigay que se forma con los abuelos, que siempre intentan ayudar y a veces no lo consiguen… La verdad es que no es la situación ideal.

Muchas madrastras que van a ser mamás por primera vez me escriben comentándome el miedo que les produce el posparto; vivir ese bajón hormonal con los hijastros; sobrellevar la situación con #SMQSY… Por eso quiero contar mi experiencia, que no es más que una experiencia aislada porque, en el posparto, como en la maternidad, todo depende de multitud de circunstancias.

Mi posparto con una hijastra

Mi posparto con mi hijastra no fue el posparto ideal; tampoco lo malo a largo plazo que yo pensaba, pero no tan bueno a corto como había imaginado.

Mi hijo nació en verano, justo antes de que mi hijastra iniciara las vacaciones. Al comenzarlas con su madre, se fue a los tres días de nacer. Pasó con nosotros esos primeros días de hospital, ya que tardaron un poco en darnos el alta, por lo que el día a día con ella y el niño empezó a los veinte días del parto.

El posparto con mi hijastra, para mí, fue especialmente complicado por varias razones.

Más atenciones que a un hijo en común

Si la llegada de un nuevo miembro a la familia implica tener más atenciones para que los peques de la casa no se vean destronados, en este caso, las atenciones se triplicaron. Todos estábamos muy preocupados por ella e intentamos desde el principio que el conflicto de lealtades que tiene no se acuciara. Por lo tanto, a todas las atenciones que le profesamos habitualmente, se sumaron muchas más.

Además, #SuMadreQueSoyYo estuvo especialmente porculerilla ese verano y, aprovechando que no fuimos a la playa, se dedicó a contarle los pormenores de sus jornadas playeras y lo que se estaba perdiendo. Es más, sabiendo que estábamos en Madrid, inventó concursos para ver quién de las dos traía más conchas a la vuelta de sus vacaciones.

Todo esto hizo que mi hijastra estuviera especialmente sensible y que mi chico estuviera especialmente dedicado a su hija: piscina, juegos, salidas… En ningún momento me quejé porque comprendía la situación, pero obviamente me afectó.

Yo necesitaba más ayuda de la que creía

Desde el principio, tanto mi pareja como yo quisimos vivir esas primeras semanas tranquilamente. Con mi hijastra, los padres de #SMQSY se instalaron durante nueve meses en su casa y, en esta ocasión, yo quería que mi chico tuviera la oportunidad de vivir esta nueva paternidad tranquilamente.

Además, yo había tenido un parto fácil y me recuperé enseguida, por lo que, en principio, no necesitábamos ayuda extra, ya que entre nosotros nos organizábamos a la perfección. Claro, esto cambió cuando llegó la peque.

Aunque tuve una recuperación estupenda a nivel físico y emocionalmente yo creía que estaba exultante, la realidad era otra: era una madre primeriza dando lactancia exclusiva; totalmente perdida; con un niño enganchado al pecho día y noche; que no podía comer sola porque no le quedaban manos; que tenía que ir al baño con el niño encima porque no era capaz de despegárselo; que no se duchaba en toda la semana; sobrepasada por las emociones; despertándose cada hora o cada 45 minutos; intentando calmar a un bebé repleto de cólicos y reflujo; y con una pareja que veía que no daba para más: atenderme, atender a la niña, la casa…

A esto se unía la situación de #SMQSY, las llamadas, las preguntas de mi hijastra:

¿Cuánto queda para ver a mamá, que está sola?

Jo, es que no voy a tener conchas y mamá sí…

En fin… Recuerdo que, por primera vez, deseé que el tiempo pasara rápido y se fuera con su madre.

Hasta muchos meses después, durante una conversación en la que comentábamos cómo había sido mi posparto, no le dije a mi pareja cómo me había sentido. Recuerdo que se sintió muy apesadumbrado porque no sabía que lo había pasado tan mal.

Quizás debería habérselo dicho, pero la situación para él tampoco era fácil y no quise agobiarlo más. Además, erróneamente, me impuse la «obligación» de hacerlo todo yo, de poder con todo, de sacar adelante esa situación como todo el mundo… Cosas de primerizas.

3 errores que yo cometí en mi posparto con una hijastra…

No me dejé ayudar

Si volviera a tener un hijo, lo primero que haría sería decirle a mi madre que la necesito. Por muy bien que me encontrara físicamente y por mucha ayuda e implicación que tuviera por parte de mi pareja.

Yo cometí el gran error de pensar que podía hacerlo todo sola; de intentar resarcir la experiencia que había tenido mi chico con sus exsuegros cuando nació su primera hija (que se mudaron 9 meses a su casa y todo terminó en divorcio); y de querer vivir estas primeras semanas a solas.

Esto último está muy bien, y guardo un recuerdo precioso de la primera quincena; pero cuando llegó la peque tuvimos que readaptarnos a una nueva situación y eso fue especialmente difícil para mí.

Falta de comunicación con mi pareja

Otro error que cometí fue decirle a mi pareja que todo estaba bien, en vez de contarle cómo me sentía y qué necesitaba. Lo hice para no agobiarlo porque sabía que su situación no era fácil; pero, por muy complicada que fuera, la mía era peor. Sin embargo, muchas veces, las madrastras que convivimos con una persona que está pasando por un divorcio muy complicando, tendemos a proteger a nuestra pareja aun a riesgo de olvidarnos de nosotras. Y ese fue mi gran error: me olvidé de mí y de mis necesidades. Creí que podría con todo y no.

No pensé que yo también era importante

Sí, el bienestar de mi hijo era importante; el de mi pareja era importante; el de mi hijastra era importante; pero mi bienestar también lo era y yo lo olvidé. Me centré en atender a mi hijo; en intentar que mi hijastra estuviera igual de contenta que siempre; que mi pareja pudiera atender a su hija… Y me olvidé de que yo necesitaba una ayuda extra en esos momentos.

… Y un consejo

Relativiza. Todo pasa.

El mejor consejo que puedo dar, una vez ha pasado todo, es eso mismo: todo pasa. El posparto es un cóctel explosivo en cualquier circunstancia y, si tienes una situación familiar complicada, como es nuestro caso, todo se acusa.

Déjate mimar, atender; permítete llorar, enfadarte; no intentes llegar a todo. No quieras «salvar» a tu pareja: tu pareja tiene que bregar con sus hijos y su ex; ahora es momento de centrarte vuestro hijo en común y en ti. Y sobre todo, intenta no hacer una montaña de un grano de arena; no adelantes acontecimientos… Afronta las cosas tal y como vayan viniendo y piensa, como me dice mi amiga María, que: «esto también pasará».

Bueno, pues esta fue mi experiencia. Es muy difícil dibujar un posparto porque, tener una mejor o peor experiencia, depende de muchos factores. Un buen parto y una buena recuperación física, es esencial. Tener un niño «fácil», en vez de un «bebé de alta demanda«, como es nuestro caso, también cambia la historia.

En cualquier caso, solo puedo deciros que el posparto no suele ser fácil en la mayor parte de las ocasiones. Yo era de las que decía: «Todo fenomenal. Estoy estupendamente», pero llevaba la procesión por dentro. Y, con el paso del tiempo, he visto que no fue de los peores, pero tampoco un camino de rosas.

Espero que os sirva. ¿Hay por aquí alguna madrastra más que quiera compartir su experiencia?

Por cierto, os dejo una canción que me acompañó durante los últimos días de embarazo y tarareé mentalmente durante las primeras semanas de vida de mi hijo.

Un beso a todas.