Querer bien. Ahí está la clave.

El verbo «querer» (o «amar», pero uso «querer» porque lo de amar suena a telenovela) es un verbo que, por defecto, lleva aparejados buenos sentimientos. Se supone que cuando quieres a alguien tienes buenos sentimientos hacia esa persona y, desde ese amor, es desde donde actúas. Sin embargo, no tiene por qué ser así.

El verbo «querer» es sinónimo del telenovelesco «amar», pero también tiene una acepción más afín al sentimiento de pertenencia o posesión: querer para ti.

 

Querer bien o Querer mal a los hijos

Querer bien o querer mal depende de cómo entendamos este verbo. Esto parece estar claro a nivel de pareja:

 

Quieres bien a tu pareja cuando respetas su libertad, la libertad de sus sentimientos.
Quieres mal a tu pareja cuando la quieres para ti y cercenas su libertad de sentimientos.

 

Esta cuestión, que parece ser todos tenemos aprendida y aprehendida, no queda tan clara cuando hablamos de los hijos. ¿Por qué? Porque se da por hecho que a los hijos siempre se les quiere bien, que el sentimiento que nos une a ellos está por encima de cualquier otra cosa. Puede que eso sea verdad, sin embargo no tiene por qué llevar aparejado que ese sentimiento sea un sentimiento sano o no tóxico.

Del mismo modo que a nivel de pareja tenemos aceptado y entendido que ciertos comportamientos no van vinculados al amor, por ejemplo:

Que tu pareja te haga sentir mal si tus deseos no son sus deseos no es amor.
Que tu pareja te controle no es amor.

 

… en el caso de los hijos ocurre exactamente lo mismo. Sin embargo, el romanticismo que rodea la relación materno-filial hace que muchas veces queramos justificar que el amor por un hijo implica ciertos comportamientos.

Pero no, el amor romántico, que efectivamente conlleva una serie de comportamientos dramáticos, desmesurados e hiperbolizados no es quizás la mejor forma de querer porque:

«Querer» en la acepción de «amar» es sinónimo de libertad.
«Querer» en la acepción de «poseer» es antónimo de libertad.

 

Y esto es así, ya sea el objeto de ese amor nuestra pareja, nuestros hijos o nuestros amigos. ¿Por qué entonces cuando hablamos de hijos lo enfocamos de forma diferente? Quizás porque nos enredamos en poner nombre, apellidos, relación o género al sujeto y el objeto de la acción, y no a lo que significa querer o no querer; o al hecho: amar o intentar poseer.

 

¿Cómo saber si quieres bien a tus hijos?

Como sabéis, #SuMadreQueSoyYo es muy dada al folclore emocional. Y cuando quiere quedar por encima del bien y del mal y justificar cualquier cosa que hace, siempre termina diciendo que quiere a su hija por encima de todo. Lo dice como si el amor que uno pueda sentir por otro justificara cualquier barbaridad. ¿Acaso creemos que el amor que un hombre pueda sentir por una mujer, por muy profundo que sea, justifica ciertos comportamientos aunque se tomen en nombre del «amor»? Si en este caso es violencia, ¿por qué en el otro no?

Efectivamente, ella quiere a su hija una barbaridad (poner en duda el amor de una madre/padre por sus hijos es absurdo), pero en mi opinión no la quiere por encima de cualquier otra cosa.

Cuando le habla mal de su padre, no lo hace desde el amor a su hija, sino desde el odio que ella siente por el padre de su hija.

 

Cuando le transmite a la niña que a papá no se le hacen cariñitos, no lo hace desde el amor a su hija, sino desde el rechazo a que pueda quererle.

 

Cuando provoca una intervención clínica sobre la niña para abrir un proceso penal sobre el padre, no lo hace desde el amor a su hija, sino desde sus ganas de venganza (todavía no sabemos de qué).

 

Cuando nos envía a la niña vestida como una pordiosera, no lo hace desde el amor a su hija, sino desde los deseos de fastidiar al padre.

 

Cuando le dice a la niña que papá palizas le pegaba cuando era un bebé, no lo hace desde el amor a su hija, sino desde su deseo de inocular el odio hacia el padre.

 

Cuando interroga a la niña antes de dormir y la graba, en vez de leerle un cuento, no lo hace desde el amor a su hija, sino desde su deseo de que el proceso judicial se ajuste a sus intereses.

 

Cuando aprovecha un intercambio para insultar al padre y decirle a la niña que su padre no la quiere, no lo hace desde el amor a su hija. No sé desde dónde lo hace. Eso solo puede explicarlo ella.

 

Y así podría seguir eternamente con muchos más ejemplos.

 

Todos queremos a alguien, pero podemos querer bien o mal. Querer bien no siempre es fácil porque tenemos que poner los intereses y necesidades del otro por encima de los nuestros (sobre todo en el caso de los hijos). Lo más fácil es querer mal, que es ni más ni menos que quererlo, pero solo para nosotros. Y, de paso, intentar buscar justificaciones para sentirnos en paz con nosotros mismos y creer que sí, que lo que buscamos para nuestros hijos, no está solo alineado con nuestras apetencias, sino que además es lo mejor para ellos.

Pero no, creo que es importante que en estas situaciones, en estos divorcios tan complejos, nos paremos y pensemos desde dónde estamos actuando:

Si desde el amor por nuestros hijos o desde el odio o rencor hacia el padre/madre de nuestros hijos.
Si desde nuestras apetencias o desde las necesidades reales de nuestro hijo.

 

Porque sí, todos podemos elegir cómo querer a quienes nos rodean, especialmente a nuestra pareja o nuestros hijos, y sobre todo desde qué valores. Todos podemos elegir si querer bien o querer mal. Si querer de amar o de querer (para ti).

 

*Por cierto: que tus hijos no se rebelen ante un trato repugnante, no significa que lo estés haciendo bien. Que tus hijos te muestren amor, no significan que estés siendo buen padre o buena madre. Las mujeres maltradas tampoco se rebelan y también quieren a su maltratador. Pongo este ejemplo porque parece ser que es el único lenguaje que se entiende. Y sí, también se sienten culpables cuando intentan afear el comportamiento de su pareja, como los niños víctimas de interferencias parentales.La diferencia es que los niños no pueden pedir ayuda. No pueden salir corriendo.

 

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