-Papi, ¿quién me quiere más? ¿Mamá o tú?
-Te queremos igual los dos.
-No, pero quién más de los dos.
-Los dos igual. Eres nuestra hija y eres lo que más queremos en el mundo.
-Pero uno de los dos me quiere más…
-No, los dos te queremos igual. Es imposible quererte más.

 

Esta conversación la escuché una mañana de junio. Estaba desayunando antes de irme al trabajo y ellos estaban a punto de salir camino del cole. Les escuché desde la cocina y pensé: ¡Ya estamos otra vez con las competiciones!

 

¿Quién me quiere más? La vida es una competición

Si para Celia Cruz la vida es un carnaval, para Mi Pequeña Dictadora, la vida es una competición. Una competición que afecta a todos los aspectos de su existencia:

Quién la quiere más, Papá o Mamá
A quién tiene que querer más, a Papá o a Mamá
Quién tiene un trabajo más fabuloso, Papá o Mamá
Con quién estudia mejor, con Papá o con Mamá
Quién la cuida más, Papá o Mamá…

 

Y así podríamos seguir ad aeternum.

Esta competición vital es un reflejo de su vivencia diaria. El conflicto de lealtades que sufre es supino y, en mi opinión, intenta tener datos que, a su edad, le ayuden a decidir quién es el bueno y quién es el malo. O quién es más bueno y quién menos bueno. Y, con ello, rebajar su tensión y su sentimiento de culpa.

Esto es solo una suposición mía que no sé si tiene alguna base clínica. En cualquier caso, sé que parte de esta situación tiene como origen a #SuMadreQueSoyYo.

Su madre plantea la parentalidad como una competición. Una carrera de fondo entre lo que ella considera dos enemigos irreconciliables: ella y su exmarido. Una carrera en la que participa, no para ejercer entre los dos y en igualdad la crianza de su hija de forma responsable y co-responsable, sino para demostrar que ella es la Súper Madre por excelencia y él lo más parecido a Jack El Destripador. Y, de paso, una carrera que con el tiempo consiga hacer mella en la niña y que esta crea que sí, que efectivamente:

Mamá la quiere más.
Mamá la cuida más.
Mamá merece más su cariño incondicional.
Mamá merece que no quiera tanto a Papá…
Porque Papá…
Papá la quiere menos.
Papá la cuida menos.
Papá no merece ese cariño incondicional.

 

A partir de ahí, todo es un carajal ya que sus esfuerzos van dirigidos a intentar dejar mal al padre a ojos de todos, también de su hija.

Así es como ocurren cosas, en ocasiones paranormales, como por ejemplo:

 

Que la niña se ponga mala siempre con su padre, pero… se cure gracias a su madre*.

 

Que no tendría mayor importancia, más allá del perezón de hacerle una peineta como se debe, si no fuera porque ese mensaje se lo traslada a la niña diciéndole:

Cuando estás con Papá siempre te pones malita o…
Es que Papá no te cuida y por eso tienes que tomarte este jarabe tan malo o…
Si estuvieras sola con Mamá no te pondrías malita y no habría que llevarte al médico o…
Te pones bien porque Mamá te quiere mucho y te cuida o…
Ya sé que estás mal, bonita… pero es que Papá no te cuida… Dile que te cuide o…
¡Cuídala, por favor, te lo suplico! ¡Que te cuide! ¡Dile a tu padre que te cuide!momentazo llorimadre en el intercambio

 

Y así podríamos seguir, de nuevo, ad aeternum.

 

¿Qué hacemos para cortar la competición Mamá vs Papá?

Aunque últimamente ya está más relajada, tuvo una época bastante cansina con el tema (supongo que es normal en niños que están en esta situación). Lo que su padre hacía era poner a los dos al mismo nivel. Es más, cuando, en un intento de agradar al padre en detrimento de la madre (siguiendo, entiendo, el patrón de comportamiento que sabe agrada en la otra casa), le decía a él que era mejor en algo, su padre volvía a poner a los dos al mismo nivel. Por ejemplo, un día en el ascensor ocurrió esto:

Papá, ¿quién me cuida más? ¿Mamá o tú?
Los dos igual.
No, pero tú me cuidas más
No… mamá y yo te cuidamos igual porque eres nuestra hija y los dos te queremos mucho

 

Con esto intenta hacerle ver dos cosas: una, que esto no es una competición; dos, que en casa no tiene que criticar o infravalorar a su madre para que nosotros la aceptemos y la queramos. En este sentido, en casa, no solo no se dice nada malo de mamá, sino que tampoco se da pie a que tenga comportamientos viciados ni siga patrones de comportamiento tóxicos que desemboquen en agravios comparativos entre su padre y su madre.

El objetivo de su padre con esto es que se sienta segura, querida, respetada y acogida en ambas casas, y que, en la medida de lo posible, podamos fabricarle un colchón que le haga tener confianza en sí misma y en su familia.

¡Crucemos los dedos para que funcione!

 

*No, aquí el antibiótico no tiene nada que ver, la cura depende de estar más o menos tiempo con la madre porque una #SuMadreQueSoyYo de libro, también tiene poderes curativos.