Anoche le sangró la nariz, pero no a una hora cualquiera… A las 2:30 de la madrugada.

-Papiiiiiiii me sangra la nariz -dijo sollozando desde su cuarto

Dimos un salto de la cama. Su padre decía:

-¡No me lo puedo creer!

Era la sexta vez que se levantaba desde las 21:30 h que se metió a la cama agotado. Las dos primeras veces por dos  terrores nocturnos. Las otras tres no lo sé porque yo estaba en el salón viendo un capítulo de Juego de Tronos y luego caí como un tronco. Pero el caso es que  era la sexta.

Como una madrastra exaltada me puse de pie encima de la cama, totalmente aturdida, dispuesta a dar un salto que me llevara rauda y velozmente a la habitación de en frente. Pero al ser consciente de que había llamado a su padre, le cedí el paso a este que creo que todavía no se explicaba cómo era posible que, estando más cerca de la  puerta que yo, hubiera llegado antes que él.

 

Un sangrado de nariz de niños y de película

Cuando entramos al cuarto no sabía si estaba ante mi hijastrita o estaba en un rodaje de Tarantino. Las sábanas estaban salpicadas de sangre y ella estaba como Khalessi cuando se come el corazón del caballo. Fui a por toallitas y, mientras su padre intentaba calmarla, yo intentaba limpiarla, lo que se me hacía harto imposible por la cantidad de sangre que salía de esa naricilla tan pequeña.

-¡Se me va a caer la nariz!
-¿Cómo se te va a caer la nariz? ¿Te cuento lo que me pasó una vez que se me cayó la nariz? -le dije
-Síiiiiiii

¡No me lo podía creer! ¿Por qué le había dicho esa gilipollez? Intenté rectifcar…

 

-¿Pero tú crees que se puede caer la nariz? Es es imposible. Solo se le cayó a Michael Jackson.
-Noooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

 

Me miraba aturdida e incomprensiblemente y me la llevé al baño para quitarle hierro al asunto mientras su padre cambiaba las sábanas.

-¿Dónde están las sábanas de cambio? ¡No están!
-Están tendidas todavía porque como ayer se hizo pis y las otras están en la cama nido. Abre la cama ni…
-¡No me lo puedo creer! -soltaba por segunda vez

Le propuse intercambiar actividad antes de que le diera una angina de pecho por las sábanas y me ocupé yo del tema mientras él intentaba tranquilizar a su hija, que es igual de aprensiva para estas cosas que su padre, y estaba al borde del colapso empapando toallitas sin fin.

Con unas sábanas encimeras nuestras hice una bajera para ella. Y, mientras tanto, oía en el baño cómo mi chico intentaba convencer a Mi Pequeña Dictadora para que se pusiera un algodón en la fosa nasal.

 

¡Nooooo, que si no, se me caerá la nariz para toda la vida!
¡Noooooo, que si no, no podré respirar y me moriré!

 

Paralelamente pensaba en qué cochino momento había decidido liarme con un señor con niña, ¡con lo bien que dormía yo de soltera, cuando por lo único que me despertaron de repente a media noche fue para decirme que mi edificio se estaba incendiando y que saliera corriendo!

El caso es que, en esas estaba cuando, de repente, me di cuenta de que ya no había gritos, ni llantos, ni lamentos. Es más, noté una presencia a mi espalda. Miré hacia atrás y vi a mi hijastrita con un algodonaco XL en la nariz y a su padre con dos algodonacos XL que le llegaban hasta la barbilla. Me miraban esperando mi aprobación.

Me eché a reír y ellos también, por lo que pasamos de un momento dramático a uno cómico en cuestión de segundos. Y, acto seguido, me puse yo otros dos, por lo que mi hijastrita interpretó que había empezado el despiporre.

Pasados unos minutos su padre le quitó el algodón y ¡tachán! ya no salía sangre. Momento en el que mi Pequeña Dictadora decidió que era una buena hora para empezar el día y saltar en la cama.

-Yo quiero dormir con vosotros
-No, tú a tu cama
-Que no… que yo con vosotros
-Que no, que es muy temprano todavía
-¿Cómo de temprano?
-Faltan 38 horas para ir al colegio -le dije en un acceso hiperbólico.

 

Se quedó pálida y se fue a su cama. Su padre y yo recogimos el percal de Kill Bill que teníamos en la casa entre toallitas, toallas, sábanas, algodones, papel higiénico y demás, y nos fuimos también.

Y yo le di un beso pensando lo hábil que es para darle la vuelta a las situaciones dramáticas y conseguir que terminemos riéndonos.

 

Nota. Unas horas más tarde volvió a despertar a su padre por séptima vez en esa noche para venirse a nuestra cama. Eran las 6.30h.