Ser madrastra no te convierte en malvada, del mismo modo que ser madre no te convierte en un ángel. Hay madrastras fantásticas y madrastras chungas; hay madres maravillosas, y otras repugnantes. Realmente, ser madre o madrastra solo es una condición. Difícilmente una buena persona se comportará de forma asquerosa, ya sea madre o madrastra; por la misma razón por la que difícilmente una mala persona se comportará con bondad, ya sea madre o madrastra.

Tras esta introducción, que no sé si viene al caso o no, pero que tenía ganas de decir porque estoy harta ya del aliño que envuelve el ejercicio de la maternidad (que parece que en cuanto pares asciendes a los cielos), voy a tratar el tema que me ocupa.

Las madrastras somos unas pringadas y sufrimos un huevo (las que sufrimos, claro, las que tienen la suerte de tener una madre-de-los-niños normal -no voy a decir ya enrollada porque con que sea normal es suficiente- no sufren tantos huevos).

 

Ante el sufrimiento de la madrastra: No te impliques

Ser madrastra es un sufrimiento, qué queréis que os diga. Yo voy de cabeza y pocos días descanso porque el día que no ocurre una cosa, ocurre otra.

Desde que me metí en este berenjenal, la frase que más he oído por parte de quienes quieren ayudarte es:

«No te impliques».

Realmente, si me hubiera tomado un chupito por cada vez que me la han dicho, habría terminado con las reservas del barrio.

No implicarse es imposible. Cuando ves que tu pareja recibe denuncias repugnantes, es difícil no implicarse. Cuando escuchas cómo #SuMadreQueSoyYo le insulta delante de la niña, es difícil no implicarse. Cuando escuchas a la niña decir que mamá dice que de pequeña me tiraste un plato a la cabeza, es difícil no implicarse. Cuando ves cómo tu pareja tiene que pasar por un proceso penal asqueroso y vomitivo, es difícil no implicarse. Cuando ves que su padre la llama por teléfono en vacaciones y la respuesta que recibe es: «Tonto, no te quiero, me pegas», es difícil no implicarse.

En definitiva, si tienes un poco de corazón, por poco que tengas, es muy difícil no implicarse. Y si tienes el más mínimo sentido de la justicia y la dignidad, es muy difícil dejar que tu pareja se coma todo eso solo. Así que te implicas, claro que te implicas. Y estás ahí, comiéndotelo tu también, pasando noches en vela y llorando mucho porque se llora mucho.

Te implicas tanto que te sumas a esta lucha sin cuartel, una lucha en la que te llevas muchos sinsabores porque estás del lado del malo porque no, lo padres no inician esta lucha en igualdad de condiciones. La inician con el sambenito.

Por tanto, no te sientas mal si ves que te implicas. Tendrías que tener mucho estómago para no hacerlo, o lo que es lo mismo: poco corazón.

 

Los sufrimientos que rodean a una madrastra

Los sufrimientos que rodean a una madrastra son múltiples y variados. Supongo que cada una se lo toma de una manera, pero yo voy a contar las cosas que a mí me traen de cabeza.

¿Que tose? Todos a cubierto

Cualquier cosa que ocurra sobre la salud de la niña es motivo de conflicto. A veces pienso que #SuMadreQueSoyYo piensa que, en vez de tener una niña humana, tiene un robot último modelo.

Que los niños tosan, se acatarren, tengan amigdalitis… es normal; que el hijo de una #SuMadreQueSoyYo tenga cualquier cosa de esa es síntoma de que el padre lo está maltratando, no lo cuida, etc.

Por tanto, cada vez que la niña tose o estornuda, me pasa lo mismo que al perro de Pavlov cuando escucha la trampilla de la comida: me pongo cardiaca, pero en este caso porque, en caso de que tenga fiebre, comenzará una nueva pesadilla. Un nuevo intento para eliminar al padre. Para demostrar que es peligroso para la menor.

 

Visitando médicos a escondidas

#SuMadreQueSoyYo es fan de estas cosas y podríamos decir que su deporte favorito es llevar a la niña de médico en médico, de psicólogo en psicólogo… todo por su cuenta y a escondidas. Todo para iniciar procesos penales en contra del padre.

Cada vez que descubrimos que ha puesto en marcha otra intervención clínica lo paso fatal porque soy consciente de que no podemos pararla. Primero porque no tiene freno; y segundo, porque lamentablemente en nuestro caso están fallando todos los mecanismos judiciales. El caso es que tenemos que encomendarnos a que la señora se le despierte un escrúpulo y pare.

 

Mi pareja es lo primero

Para mí, mi pareja es lo primero y el origen de todos los malos ratos es lo mal que él lo pasa con estas cosas. El vínculo que me une a él es muchísimo más sólido y más fuerte que el que me une a Mi Pequeña Dictadora por mucho que la quiera. Por eso, el dolor que puedo sentir con todo esto viene inevitablemente del dolor que él siente.

Ver a tu pareja sufrir de ese modo es muy duro. Verle todo el día de cabeza para intentar salir ileso de la nueva putada, es muy duro. Verle temblar porque tiene que llevar a la niña al médico porque tiene unas míseras anginas es muy duro. Ver cómo la llama en vacaciones a pesar de recibir solo malos modos es muy duro. Ver cómo tiene que escuchar que su hija le diga que mamá le dice que le pegaba o que las abandonaba cuando era bebé, es muy duro. Ver que se desespera porque ve que no puede hacer nada, es muy duro. Ver que se está dejando la piel para luchar por su hija y lo está haciendo desde un comportamiento exquisito hacia una persona que merece todo lo contrario es muy duro.

Quedarte indiferente a esas cosas o no implicarte o no dejarte la piel por estar ahí día y noche es imposible. Es imposible no unirte a esta cruzada cuando quieres a alguien y cuando eres testigo día y noche y año tras año, tras año, tras año… que es un padre ejemplar, dedicado, generoso y que, ante todo, pone su amor por su hija por encima de los conflictos que pueda tener con la madre de esta.

Y cuando ves esto sufres, claro que sufres, y te dan ganas de liarte a tortas con todo el mundo.

 

Estar en este lado, en el de la madrastra, no es fácil. Es un rol que desgasta y agota. Es un rol poco agradecido. Es una situación que, o la controlas, o se carga tu relación. Es una posición en la que muchas veces te olvidas de ti misma, pero que no puedes dejar que te supere porque lo más probable es que esto no pare nunca o tarde mucho en parar.

Así que bueno, si a veces te sientes triste o agotada o miras al futuro y no ves luz, no pienses que estás loca. Sientes lo que tienes que sentir. Es muy difícil mantenerte impasible ante tanta crueldad y tanta impunidad, pero trata de tomar distancia porque este camino es largo y no puedes permitir que te lleve por delante.

 

Y si quieres llorar, llora. Y si quieres acordarte de su madre y decir que la fundirías a tortas, dilo. Estás dentro del percentil de la normalidad.