Nosotros no vivimos juntos. Tampoco es que nos apetezca demasiado. Mi chico disfruta de su soledad y de la niña; y yo disfruto mucho de la mía y también compartiendo mi tiempo con ellos. Así es como hemos creado nuestro ecosistema familiar particular en el que los dos disfrutamos estando juntos, pero también manteniendo nuestra independencia. Creo, además, que esto nos está ayudando a asentar nuestra relación y nuestros roles.
Es cierto que la niña cada vez nos pide más que me quede en casa a dormir y que esté con ellos, pero yo creo que se debe a que como sabe que le consiento todo, quiere tener cerca una aliada de jugarretas. Aun así, sabemos que cada vez estamos más cerca de dar ese salto fatídico: irnos a vivir juntos. Por ahora, sabiamente, nos resistimos.
¿Cómo nos repartimos las tareas domésticas cuando estamos juntos?
Aunque no vivamos juntos, poco a poco yo he ido asumiendo una serie de tareas o responsabilidades respecto al cuidado de la niña. Quería echar una mano y terminé echándola definitivamente. Así es como nos hemos dividido en algunas cosas.
Él hace la cena y yo la baño
Esto llevamos haciéndolo desde los primerísimos tiempos que empecé a involucrarme en el día a día de la niña. Normalmente yo estoy más vinculada a los momentos lúdicos, como es el baño, por lo que suelo encargarme de ello. Jugamos con los tropecientos juguetes que saca a escena, nos secamos, nos ponemos el pijama y a cenar.
La cena la hace su padre, que tiene una mano estupenda para la cocina, salvo si hay huevo frito que, en ese caso, me encargo yo porque dejo la yemita perfecta para que la explote. Eso sí, el día que la niña se enfurruña y me toca la moral, cambiamos roles.
Con él reza y yo le leo el cuento
Uno de los momentos más chachis del día es el de irse a la cama. ¡Por fin descansamos, oh yeah! Su padre se encarga de rezar con ella el Jesusito de mi vida mientras yo, que tengo valores más prosaicos, me encargo de entorpecer el rezo haciendo apuntes tocanarices en voz bajita para boicotear el momento espiritual. Hecho eso, besito y a elegir cuento (normalmente unos cuentos que le he escrito e ilustrado yo para ayudarle a sobrellevar algunas cositas del divorcio). Se lo leo por quincuagésima vez, mientras tanto su padre se tumba a su lado para hacerle cosquillas en la espalda (somos unas esclavas egipcias los dos) y cuando acabo, un te quiero millones de barbaridades por mi parte y a dormir viéndole los ojitos a papá. (Un día me moriré de amor con estos dos. Aviso).
Él la peina y conmigo se lava los dientes
Pocas veces he visto a alguien peinar con tanto mimo como a mi chico. Es increíble cómo pasa el cepillo por su pelo, con qué cuidado, con qué pulcritud. Hay días que le hace una coletita o un moñito (eso es a petición); otros hace dos coletitas… En fin. A mí me encanta peinarla, pero conmigo se pone un pelín insoportable, por lo que pido refuerzos. En cambio, los dientes se los lava conmigo. Y no solo nos lavamos los dientes, sino que también bailamos haciendo todo tipo de coreografías frente al espejo. Normalmente termino riñéndole porque se empeña en comerse la pasta, pero se nos pasa enseguida.
Con papá se come la fruta y conmigo el chocolate
Su padre está obsesionado con la fruta y todas las noches se la pone de primer plato para asegurarse de que la come porque en el cole no la toma muy bien. Afortunadamente, tiene un apetito estupendo y, después de eso, se come un primero y un segundo. Sin embargo, yo soy la encargada de darle los bombones, chocolatinas, chicles… Vamos, soy la que le consiente todas esas cositas, a veces bajo cuerda. Y si se deja parte de la fruta, me la como y así todos contentos.
Su padre ve por septuagénima vez Frozen y yo me echo la siesta
Así es… ¡alguna ventaja tendría que tener lo de ser madrastra! Las siestas con Frozen son un auténtico horror y, aunque intentas dormir, no puedes porque siempre hay un momento en el que te da una torta para despertarte y avisarte de que llega la escena en la que se quita la horquilla y deshace el moño, una de sus favoritas. Por eso, cuando llega la siesta esta que escribe se va a la cama y su padre se queda en el sofá dormitando y despertándose una y otra vez para no perderse las principales escenas. Así debe ser y no de otro modo porque por eso la ha parido (perdón, engendrado, que no es menos).
En fin, esto es un pequeño ejemplo de cómo nos organizamos cuando estamos juntos. Es cierto que su padre se encarga de todo, pero si yo estoy en casa, le echo una mano porque, además de encantarme y requeteencantarme, para eso somos un equipo y una familia.
Nota: Eso sí, lo de hacer caca en mitad de la comida, me toca a mí… No sé cómo me las arreglo, pero siempre me adelanta el postre. Mientras, su padre me desea suerte con la tarea. Lo que decía: un equipo insuperable.
15/01/2021 at 13:46
Hola, acabo de descubrir tu blog y tu cuenta en Twitter, y desde entonces te sigo con curiosidad. Empatizo contigo, pero hay cosas en las que no estamos, a priori, de acuerdo. Igualmente, pretendo seguir leyéndote, para poder aprender de tu punto de vista. Dicho esto, en esta entrada dices que «no es menos» engendrar que parir. ¿Podrías explicarme por qué lo piensas, por favor?