Hace  unos días vi un tuit de @didefamilia que hacía mención a la tolerancia a la frustración de los niños. En seguida contesté dando mi opinión porque creo que es un tema importante y que a mí me preocupa especialmente por la parte que me toca.

Los hijos de padres divorciados suelen estar sometidos a una mayor protección y mimo. Bien porque el divorcio sea reciente y los padres quieran «compensar» el daño causado; bien porque ambos progenitores entren en una competición para ver con quién está más contento y a quién quiere más; bien porque uno de los padres tenga temor a que el niño se ponga en su contra (al tener menos caprichos que con el otro progenitor) y que eso favorezca el proceso judicial; o por cualquier otra cosa, lo cierto es que es muy fácil caer en esa trampa de colmar de caprichos a los niños, especialmente cuando viven una situación de separación o divorcio.

tolerancia a la frustración

Regalos para «comprar» el cariño de los niños

Las madrastras tenemos que ser especialmente cuidadosas en este sentido, al menos esa es mi opinión. Puede ser que el hecho de querer sentirnos aceptadas o queridas por el niño haga que tendamos a colmarle de regalos. Yo, por ejemplo, al principio tendía a hacerlo (y todavía tengo que controlarme). En mi caso no es para sentirme aceptada o querida porque tengo la enorme suerte de tener una relación fantástica con la hija de mi pareja, pero lo hacía porque no podía evitarlo. Quería dárselo todo porque la quiero tanto que quería y quiero que tenga todo lo que pueda gustarle (otra cosa a añadir en mi post de la Madrastra que se traga sus palabras). Sin embargo, sé que es un error y ahora intento actuar de otra manera (y no por eso la quiero menos).

Trabajar en la tolerancia a la frustración

Creo que es importante que hagamos un esfuerzo, incluso en los casos en los que los niños están viviendo un proceso de divorcio conflictivo para que:

  • No caigamos en el error de «compensar» materialmente ese vacío que ha dejado el divorcio en ellos. Quizás sea mejor compensarles con aspectos más emocionales, como por ejemplo, pasando más tiempo con ellos, un tiempo de calidad.
  • No acostumbrarles a que tengan un regalo cada vez que nos vean: esto es importante para las madrastras porque puede haber un rechazo cuando no cumplamos ese ritual. Nuestra relación debe establecerse al margen de este tipo de acciones.
  • Sepamos que somos sus padres (o madrastras/padrastros) y tenemos que educarles, y educar pasa por enseñarles a frustrarse y aprender el valor de las cosas.
  • Nos esforcemos para que entiendan que siempre les queremos, tanto cuando les hacemos un regalo como cuando rechazamos comprarle lo que ellos quieren. Creo que esto es especialmente importante en estos casos de divorcio en los que los niños se pueden sentir desangelados y tener la certeza de que les queremos y les querremos, pase lo que pase, les da confianza.

Nosotros hemos caído en muchos de esos errores. En ningún caso para «comprar» el amor de nuestra peque, pero sí para intentar compensarla por todo lo que está pasando y de lo que no estamos pudiendo protegerla como nos gustaría. Pero cada vez tenemos más claro que hay que ir por otro camino y está dando muy buenos resultados (ahí su padre está haciendo una labor fabulosa). Al principio se pilla la rabieta, pero luego se le pasa y no guarda rencor. Sabe que la queremos y que queremos lo mejor para ella. Aun así, la tenemos mimada y consentida hasta unos límites terribles (pero eso se debe a que, claramente, es más lista que nosotros).

En unos años os contaré si hemos conseguido reprimir a nuestra pequeña monstruita.