Una de las mejores cosas que nos ha traído la pandemia ha sido la suspensión de los festivales escolares. Para nosotros ha supuesto no tener que coincidir con SMQSY; con los abuelos; y, sobre todo, evitar tensiones a la niña porque no podéis imaginar lo que supone ver cómo el abuelo te insulta; cómo te graba desde detrás de una columna; cómo te pone verde delante de la niña…

Pero lo cierto que, aunque esto lo cuente en primera persona, quien realmente lo sufre es mi marido porque yo no aparezco por ahí. Mi papel es más estratégico: espero en el coche a la salida por si hay que montar una Operación Equipo A y salir pitando sobre la marcha.

¿Por qué no voy a los festivales escolares?

Aunque llevamos casi ocho años juntos, jamás he ido a ningún festival escolar de la peque. La verdad es que, si me pongo a pensar, no hay ninguna razón por la que tenga que hacerlo. Ni siquiera porque, en un momento dado, le haya hecho ilusión o me lo haya pedido. Al final, me he dedicado a responder la misma pregunta: ¿Realmente es necesario que vayas? En mi opinión, no.

No enrarecer todavía más el ambiente

Que yo asista a un festival escolar solo puede provocar peor rollo. Si ya el hecho de que ambos padres coincidan es un dolor para todos (también para la niña), que yo vaya solo aumentaría exponencialmente las posibilidades de que hubiera algún encontronazo porque, si por algo se caracteriza SMQSY y su familia, es por no controlar los impulsos.

No poner a la niña en una situación todavía más incómoda

Para la peque es un dolor tener que coincidir con sus padres o con sus padres y los abuelos maternos. Se pone tensa, hierática. Lo pasa realmente mal, pero es una situación que conoce y controla. ¿Qué pasa si voy yo? La pondría en una situación en la que jamás ha estado porque nunca nos ha visto a todos juntos y, desde luego, no sería agradable para ella.

Estar preparada para activar la Operación Equipo A

La experiencia nos dice que los festivales escolares pueden terminar como el rosario de la aurora, sobre todo si asisten los abuelos maternos. Así que mi papel en estas ocasiones consiste en esperar fuera del cole con el coche por si tuviéramos que activar lo que llamamos la «Operación Equipo A»: una incursión fugaz para recoger a mi marido (o a mi marido con la niña si nos tocara) en el coche para salir pitando mientras SMQSY y sus abuelos, generalmente, nos persiguen por el barrio grabándonos con una cámara de los 90 hasta que llegamos a casa.

En definitiva, los festivales escolares son algo a evitar en nuestro caso. Por un lado, no creo que mi presencia pudiera aportar nada positivo. En su día, a la niña le hacía mucha ilusión que yo fuera porque supongo que en su cabecita no entraba la posibilidad de que se pudiera montar una marimorena mayor de la que, hasta cierto punto, ella era consciente. Pero siempre creímos que no era necesario (además, dada la situación, hacía más falta en la calle de al lado). Y ahora, que es más consciente, me da la sensación que no es un plato de buen gusto para ella tener a sus padres y abuelos ahí juntos, como para que seamos más.

Así que nada, este año volveré a montar guardia a la salida del cole. Espero que no retomemos los festivales por todo lo alto.