Que a algunas madrastras, entre ellas esta que escribe, se nos termina yendo la pinza es algo que hay que aceptar como se aceptan otras cuestiones en esta vida: la aparición de la celulitis, el efecto de la gravedad en lo que antes eran nuestras firmezas…

Hoy quiero abordar un tema que hasta ahora tenía silenciado y que me pregunto si será tan común como yo creo:

el Síndrome de la Madrastra Petarda que se cree abogada de Familia.

 

Que conste que le he puesto la palabra “síndrome” para darle más dramatismo. Os cuento:

El otro día, entre los borradores del Gmail encontré uno que decía: Incumplimientos PP (con PP me refiero a Patria Potestad, quede claro el tema). El caso es que lo abrí y ahí me encontré un retazo de texto que había escrito en el que, muy vehemente y con subordinadas interminables, describía el percal que tenemos respecto al tema de la Patria Potestad y con el que podríamos hacer un festival de incumplimientos con Primer, Segundo y Tercer premio, más premios de consolación, medallas, reconocimiento de malas prácticas…

Como buena madrastra petarda, se lo envié a mi chico (no sin antes hacer algunos cambios que enrevesaban todavía más el texto, pero sin añadir literatura porque parece ser que la literatura y el dramatismo no molan).

El caso es que mi chico se lo reenvió a su abogada (hi, Rosa!), con unas cuantas cosas más, y en ese momento pensé:

 

Rosa debe estar hasta las mismísimas de mí

Algo que, claramente, y por ser la compañera sentimental de su cliente, no ha abordado todavía. (Sorry, Rosa)

 

¿Sufres el Síndrome de la Madrastra Petarda que se cree abogada de Familia?

Si sospechas que puedes estar totalmente afectada por el Síndrome de la Madrastra Petarda que se cree abogada de Familia, o que estás a punto de poner un pie al otro lado de la razón, aquí dejo algunos Hits que pueden ayudarte a determinar si lo sufres o no.

 

Te sabes al dedillo todos los autos, sentencias, recursos, etc.

Primero, sabes la diferencia entre auto y sentencia; juicio y vista; sabes lo que es la fase de instrucción… Y, después, te has leído, releído los autos/sentencias/recursos… y eres capaz de acordarte de cada argumento esgrimido, cuestiones que abordaban en un recurso, apreciaciones del juez… Cosas que, en la mayor parte de los casos, tu pareja ni recuerda.

Que se le hayan olvidado no es extraño, de hecho lo habitual es que tú tengas un excel en la cabeza con todas las putaditas y datos de interés, y que él no recuerde ni una décima parte, pero esto es una cuestión biológica. Lo grave de cara al síndrome, es que te sabes todo de pe a pa.

 

Igual te redactas un recurso que una demanda

Esto es un must. Te metes tanto en el papel que te lías a redactar y redactar cosas que han pasado por si acaso al abogado se le ha pasado esa situación en concreto en la que te acordaste de todos los muertos de tu contraria y que, por otro lado, no deja de ser una de las tantísimas cosas que se diluyen en el proceso. Pero no importa, tú lo redactas y se lo pasas por si acaso puede meterlo. Y eso sí, lo redactas bien, con vehemencia, como si estuvieras perdonando la vida.

Además, empiezas a incluir conceptos como: “actora”, “de contrario”… jajaja.  Así es. Eso sí, todavía no te has metido en el mundo de los «otrosí», pero te hacen gracia.

Conoces los artículos, más allá de los determinados y los indeterminados

Te has estudiado todos los artículos relacionados con las custodias, patria potestad, derechos del menor, etc. para saberte de memorieta la teoría (digo la teoría porque, en la práctica, cada uno hace de su capa un sayo) y no dudas en aludir al 156 o al 160 del Código Civil siempre que tienes oportunidad.

 

Has buscado jurisprudencia

Bueno, esta es otra. Estás totalmente perdida cuando te has dado un curro importante de data mining sobre sentencias del TS donde se hable de incumplimientos de patriaspotestadescustodiasydemáshistorias. Te has vuelto loca con el buscador y, de paso, has comprendido que sí, que la Justicia necesita digitalizarse urgente y correctamente.

 

Cuando cuentas tu drama, lo cuentas con propiedad

Esto es muy sintomático. Llegó un día en el que dejé de decir: “Hemos puesto unas medidas cautelares”, para decir: “Hemos puesto un 158”. ¡Chúpate esa! Ahora sé lo que es un 158, un 156 y demás (todo esto es de Segundo de «Conocer los artículos más allá de los determinados e indeterminados»). Me lo sé mejor que me sabía en su día la Tabla Periódica.

Es más, cuando me preguntan cuál es la sección de la Audiencia Provincial que nos corresponde, levanto la mano para decirla de carrerilla. Y, por supuesto, ya tengo mi opinión formada sobre la sección 22 y la 24, y he de decir que la 22 es más chuli. Y también tengo opinión sobre diversos juzgados, cuándo corresponde una modificación de medidas, cuándo no… qué es una ejecutoria, cuándo hay que poner ejecutoria y cuándo un 158…

 

Te vas un fin de semana a Bbrainers

Bueno, y estás totalmente perdida cuando pillas a la Alexia, a la Bea, a la Lady… y te vas un fin de semana al BBrainers a escuchar cómo hablan de Derecho y, de paso a contarle tu chapa a todo el que se interesa por tu caso (se la cuentas con propiedad, claro, porque, como decía, eres tan petarda que ya sabes qué es un 158, qué es una suspensión, qué es un proceso penal, por qué está como está el civil… Y sigues haciéndole la picha un lío a los abogados/jueces/fiscales de verdad -menos que al principio, eso sí-, pero tú te encuentras en tu salsa).

 

¿Qué hay detrás del Síndrome de la Madrastra Petarda que se cree abogada de Familia?

Esto, que me lo tomo con humor (porque si algo aprendí del gran Valle-Inclán es que a las cosas hay que mirarlas desde arriba para poder descubrir el Esperpento y reírte un rato) refleja algo que no quiero dejar de comentar. Y es que tu día a día se convierte en un proceso jurídico permanente. Y que esta actitud solo responde a la necesidad de hacer algo, a la necesidad de gestionar la impotencia que tienes en muchas ocasiones cuando ves que el proceso se enroca, que no tira ni pa´lante ni pa´tras, que se están presentando pruebas falsas, que están manipulando la realidad… Y te niegas a creer que no puedas hacer nada.

Supongo que es lo mismo, salvando las distancias, que ocurre cuando tienes una enfermedad, te lías a buscar, a investigar y te pones a preguntarle al médico cosas que no controlas.

Es, en definitiva, la necesidad de pensar que sí, que puedes hacer algo, aunque sea poner la cabeza como un bombo.