Hoy, Día Internacional contra el Maltrato Infantil, quiero hablar, una vez más, sobre el maltrato infantil en procesos de divorcio.

Hablar de maltrato infantil es hablar de algo que, en ocasiones, es desconocido; en otras ocasiones, consentido; en otras, ocultado; en otras, justificado… La prevención y correcta gestión del maltrato infantil es una de las grandes asignaturas pendientes que tenemos como sociedad.

Cuando hablamos de maltrato infantil nos vienen ejemplos como pegarle a tu hijo, los niños que son explotados laboralmente, los niños que son abusados sexualmente, los niños que están abandonados por sus familias y desatendidos… Pero existen muchas más formas de maltrato infantil con las que convivimos en nuestro día a día, como el maltrato infantil en procesos de divorcio.

¿Qué es el maltrato infantil en procesos de divorcio?

El maltrato infantil en procesos de divorcio es un tipo de maltrato que tendemos a justificar o a comprender, en cierta manera. Quizás porque todos estamos muy lejos de explotar a nuestros hijos laboralmente, pero no tanto de criticar a su padre/madre ante ellos una vez nos hemos divorciado. Puede ser que por eso, lo primero nos parezca un crimen atroz, mientras que lo segundo no tanto porque, como me dijo una señora en una ocasión: «malmeter no está bien, pero se ha hecho toda la vida».

El maltrato infantil en procesos de divorcio se presenta de muchas maneras y se basa en una cuestión clara: que los progenitores no mantengan a sus hijos al margen de su conflicto conyugal. Que les traslades y proyectes tus sentimientos respecto al otro progenitor que es, ni más ni menos, su padre o su madre y, por tanto, una persona con la que tienen el derecho de desarrollar una relación sana y, ante todo, una relación propia.

Así es como, hoy en día, podemos decir que:

Un niño que escucha cómo un progenitor habla mal del otro, es un niño maltratado.

Un niño que tiene que vestir la peor ropa para ir de visita a casa del no custodio, es un niño maltratado.

Un niño que tiene miedo de mostrar sus sentimientos hacia una de las partes en presencia de la otra, es un niño maltratado.

Un niño sometido a exploraciones innecesarias tras la visita a casa del no custodio, es un niño maltratado.

Un niño sometido a exploraciones innecesarias al inicio de la visita, es un niño maltratado.

Un niño que dice tener recuerdos sobre cosas que no han existido o que han ocurrido en una etapa que, madurativamente, es imposible que recuerde, es un niño maltratado.

Un niño que te quita la mano cuando se acerca a la casa de uno de los progenitores por miedo a que le vean dártela, es un niño maltratado.

Un niño a quien, durante el divorcio, se le pregunta con cuál de los progenitores prefiere estar, es un niño maltratado.

Un niño que ve cómo a uno de sus progenitores o a los dos, le cambia la actitud cuando cuenta algo bueno sobre el otro, es un niño maltratado.

Un niño al que se le enseñan whatsapps, mails, etc. donde se negocian cuestiones parentales «para que veas que no miento, mira lo que me dice tu padre/madre», es un niño maltratado

Un niño al que se le dice que papá o mamá les ha abandonado, es un niño maltratado.

Un niño al que se le da a entender que tú harías todo, pero que no lo haces porque la otra parte no quiere, es un niño maltratado.

Un niño al que se le dice que su padre o su madre no le quiere, es un niño maltratado.

Un niño al que se le hace partícipe del conflicto entre sus padres, es un niño maltratado.

La interferencia parental: una forma de maltrato infantil

Todo lo que he puesto hasta ahora forma parte de un ejercicio intenso de interferencia parental, que no es otra cosa que la interferencia de uno o ambos progenitores en la relación que los niños deben construir con sus padres, pilares fundamentales en su infancia.

La interferencia parental, la manipulación parental, la alienación parental (que sí está reconocida, lo que no está reconocido es que se desarrolle un síndrome) son formas de maltrato infantil en procesos de divorcio y los adultos tenemos la obligación de poner todos los medios que tenemos a nuestro alcance para o bien no meter a los niños en nuestro conflicto conyugal o bien para sacarlos de ahí si les hemos metido.

Asimismo, la sociedad tiene la obligación de luchar activamente contra esta forma de maltrato infantil, alfabetizándonos y educándonos en el hecho de que los adultos podemos divorciarnos de nuestra pareja, pero nuestros hijos no tienen por qué divorciarse de sus progenitores. A nuestros hijos les hemos traído al mundo con la premisa de protegerles, de cuidarles y de darles amor de manera incondicional, ya estemos juntos o separados. Somos sus pilares, fundamentales, complementarios e insustituibles y debemos hacer lo posible por darles la oportunidad de que desarrollen con cada uno de nosotros su propia relación, más allá de la nuestra.

Por último, el maltrato infantil en procesos de divorcio es una asignatura pendiente a nivel legislativo. Es imprescindible que los niños vean reconocidos sus derechos independientemente de cuál sea el progenitor que maltrate y eso pasa por el hecho de que sean reconocidos como víctimas primarias, algo que no ocurre actualmente.

Pero mientras todo esto llega, es obligación de las familias que vivimos una situación de maltrato infantil en procesos de divorcio, visibilizar las consecuencias que tiene para los menores; contar nuestra historia; nuestro día a día para que las personas que están a nuestro alrededor y a las que llegue nuestra voz puedan detectar este tipo de situaciones en las que el sufrimiento de los niños es inmenso. Un sufrimiento del que, muchas veces, por mucho que lo intentes, no puedes rescatarlos.