Una de las cosas más peliagudas es cómo referirse a una madrastra. Desde luego, somos pringadas hasta para el nombre. ¡Con lo rico que es el castellano y tenemos que tener el sufijo  -astra, que es de todos, el más feo! De hecho, aunque intentes edulcorarlo con algún diminutivo, en plan «madrastri», sigue siendo un horror.

Yo tengo la suerte de que me llamen por el nombre más largo del mundo. Es una pena que no pueda decirlo. Prefiero guardar la intimidad de la peque y mi seguridad (porque como su madre leyera el blog, definitivamente, tendría que sacar una tarjeta de fidelización para la comisaría). Pero sí puedo decir que mi nombre tiene diecisiete letras, ¡toma ya! Solo cuatro menos que Supercalifragilístico. A priori, puede parecer que no son demasiadas pero, en ocasiones tiene que tomar aire y todo.

AmiguiDeLasTreceLetras

Empezó a llamarme así por cómo transcurrió la tarde que nos conocimos. Para no decir mi nombre y no dar pistas, su padre empezó a referirse a mí así; ella siguió; más tarde, lo hicieron sus abuelos ; después, sus tíos y sus primitos; y ahora ya toda la familia me llama por el nombre de las diecisiete letras. Y así lo hacen, estemos en la situación que estemos.

¿Que estamos saltando en las colchonetas?

AmiguidelastreceletraAAAAaaaaAAAAsssss -Y todo el mundo se gira extrañado.

¿Que está en su habitación?

Amiguidelastreceletras, ¡vem!

¿Que estamos en la camita?

Amiguidelastreceletras, hazme cosquillitas en la espalda…

Sin embargo, no siempre es así. Cuando se enfada me llama por mi nombre (así es desde que hace unas semanas me amenazó con ello mirándome fíjamente a los ojos).

A mí este apelativo me parece tan tierno que quiero ser su amiga, la de las trece letras, toda la vida y se me parte el corazón con solo pensar que llegará un momento en el que siempre me llame por mi nombre (espero que no sea por un eterno enfado).

¿Existe alguna palabra bonita para la madrastra?

Pues mira, no. En mi opinión, no. Yo he oído varios: mamastra, mamadrastra, mami dos, mami postiza (este es penoso)… Pero la mayoría de los niños llaman a sus madrastras por su nombre. Tamara Falcó, por ejemplo, llamaba a Miguel Boyer: tío Miguel. Bueno, es una opción, porque realmente la relación que se supone que tienes que tener con el niño es el de una especie de tía.

Yo nunca he tenido un problema con eso porque nunca he necesitado que me llame con un apelativo más maternal. Además, teniendo un nombre de diecisiete letras, ¿para qué quiero solo uno de cuatro, como «mami», por ejemplo?

Ahora en serio: en mi opinión, tienen que ser los niños quienes decidan cómo llamarnos. Quizás, al principio simplemente nos llamen por nuestro nombre pero, con el tiempo, surgirá seguro algún apelativo cariñosito. Y ya serás esa persona para siempre o para una temporada, pero será algo que quedará entre él/ella y tú. Creo que no debemos preocuparnos por esa cuestión, ni imponerles que nos llamen de una forma determinada. Ellos tienen que encontrar dónde ubicarnos dentro de su vida y de su mapa emocional y, con base a eso, nos pondrán un nombre.

Pd. A mí, de vez en cuando, también me llama «gordita» o «gordona», pero bueno, es que la mala leche la ha sacado de la otra parte.