Mi hijastrita es una consentida. Ella lo sabe y se aprovecha. Por eso hace unos días nos sorprendió con que quería sopita de cocido para cenar. Pero la sopa de cocido no es solo caldito, no, es sopa de cocido con sus garbanzos, como el que le hace la mamá de su mamá. Si me hubiese pedido una Barbie, es muy probable que me hubiese negado en rotundo, pero si pide un cocido, ¿quién se puede negar?

El caso es que me remangué y el otro día le preparé un cocido, un cocido que no tendría importancia si no fuera porque fue el primer cocido de mi vida. Habrá quien se eche las manos a la cabeza y piense: ¿cómo es posible que con 36 años no hayas hecho nunca un cocido como dios manda? Pues oiga, porque no se ha dado la ocasión, porque hay unos caldos muy conseguidos, porque yo soy muy pragmática y porque en casa cocina mi chico que tiene un sexto sentido para estas cosas y lo hace todo fenomenal.

Pero madrastra novata no hay más que una y las ganas de hacerlo bien y sacar esto adelante son atrevidas, así que sin pensármelo, me lié la manta a la cabeza y decidí añadir el cocido a esa lista interminable de cosas que le consiento.

 

Receta del buen cocido de madrastra

Para hacer un buen cocido de madrastra lo primero que tienes que tener es miedo, sobre todo si es el primero. Entre otras cosas porque no solo estás haciendo un cocido, sino que estás haciendo un cocido que ella espera que sea como la mamá de su mamá. Aquí ya estamos hablando de cubrir expectativas.

Una vez muerta de miedo, lo siguiente es ponerle ilusión, ganas y visualizar el éxito (esto último es muy importante). Las madrastras, si nos caracterizamos por algo, es por vivir en una gymkana permanente y por tener muchas ganas de hacer las cosas bien. Teniendo miedo y ganas, tienes el cincuenta por cien del cocido hecho y solo tienes que pensar en los ingredientes.

Aunque ya los sabía, yo eché mano de mi biblia de la cocina que es Receta de Rechupete, una web que me gusta bastante (eso sí, solo para leer porque luego no cocino). Me gusta leerla porque me parece que todo es muy fácil y que cuando quiera podré hacerlo (y que si ahora no lo hago es porque no quiero, no porque no sepa o pueda). En este caso me sirvió para controlar los pasos y comprobar que los ingredientes eran los correctos. A saber:

  • Festival de huesos: rodilla de vaca, espinazo de cerdo, esqueleto de pollo, hueso de jamón (en este caso de bellota).
  • Festival de carnes: muslo de pollo de corral, punta de jamón, carne de morcillo, chorizo hecho por la abuelastra y morcilla de cebolla.
  • Verduritas y legumbres: zanahorias, judías verdes, puerros, patatas y garbanzos que habrás puesto 24 horas antes en agua templada con sal gorda. Normalmente se hace con repollo, pero yo opté por prescindir de él.
  • Cositas para dar color y sabor a la vida: azafrán y sal.

Una vez tengas todos estos ingredientes sobre la mesa, lo mejor que puedes hacer es llamar a tu madre o a tu suegra y pedir apoyo moral. En mi caso, hablé con mi padre, quien me dijo que saldría fenomenal; y tenía a mi suegra por whatsapp dándome ánimos.

Cocido de madrastra en cinco pasos

Paso 1:

Lo primero que tienes que hacer es buscar una olla rápida y meterlo todo: el festival de huesos+las carnes+el puerro+los garbanzos (los garbanzos en una mallita para luego poder sacarlos del tirón). Una vez dentro, lo cubres de agua y a cocer a fuego alto. Cuando comience a cocer y veas que se forma un espumarajo blanco que hace que, en vez de un cocido, parezca que estás haciendo una pócima venenosa muy propia de tu rol, no te alteres. Es normal. Quítala con con colador. Cuando deje de hacer espuma, cierra la olla y cuando oigas que la válvula hace un ruido ensordedecedor, ponla a temperatura media y espera una hora.

Paso 2

Una hora después: apaga la olla y, cuando puedas abrirla, añade la zanahoria y las judías verdes en trocitos. Yo en ese momento estuve a punto de desistir. ¿Cómo era posible que, tras una hora cociendo y con un hueso de jamón de bellota, estuviera el caldo tan deslavazado? No desistas. Prueba a ponerle azafrán. Cierra la olla. Fuego medio y sigue cociendo una hora más.

En estos momentos es cuando tener apoyo moral te ayuda. En mi caso, recibí un whatsapp de mi suegra:

-¿Cómo va ese cocido? ¡Espero que de locura!

-Acabo de echarle la zanahoria. Huele fenomenal.

-¡Qué bien!

Como ves, no hace falta que digas la verdad. Las cosas no acaban hasta que llegan oficialmente a su fin y no te conviene desmoralizar a quien tiene que darte ánimos.

Paso 3

Una hora después: apaga la olla. Mientras se va el vapor, pela y corta unas patatas cerciorándote de que, al partirlas, hagan ¡Chas!, como hacía Christina Rosenvinge. Yo ahí probé el caldito y me di cuenta que ya sabía bien, pero que igual le faltaba algo. Supuse que sería sal, así que añadí sal. Primero un poco. Probé. Luego otro poco… Y un poco-poquitísimo más porque había mucha agua. Añade también las patatas y tapa otro rato. Un rato indeterminado (mi rato terminó siendo 45 minutos porque me lié con el blog).

Mientras tanto, tu aliada, en este caso mi suegra, tiene que mandarte whatsapps diciéndote que el cocido huele tan bien que llega el olor hasta casa. Estas cosas parecen una bobada, pero animan.

Paso 4

Llegado este momento tienes que mantener la calma. Apaga la olla. Quita la presión e intenta olisquear lo que sale de la olla sin quemarte la nariz. No abras la olla hasta que todo esté en silencio o te quemarás, además, la mano (en serio).

Es posible que, al abrir, no creas lo que veas porque el cocido tenga buen color. Es más, puede que te recuerde al de tu madre y que flipes un poquito. Mantén la calma porque, si has hecho todos los pasos, es muy probable que te haya salido bien y que, efectivamente, vaya a estar muy rico. Pruébalo, pero no olvides soplar, no sea que con la emoción te escaldes la lengua como me pasó a mí.

Una vez compruebes que te ha salido un cocidazo, salta, haz el moonwalk y manda un whatsapp a tu aliada para compartir el éxito. No olvides ponerlo también en tus redes sociales porque, oye, ¡lo has conseguido!

Paso 5

Hecho esto es muy probable que tengas la cabeza como un bombo, así que tómate un paracetamol de un gramo y descansa.

 

¿Prueba superada?

Sin embargo, esto no termina hasta el día siguiente, cuando llegas a casa de tu chico como Chus Lampreave, cargada con el tupper del caldo y el de los garbanzos (más unas granadas que le has comprado a la niña porque sabes que le van a gustar). Es en ese momento, cuando le dices que hay sopita de cocido y se pone a bailar como una loca, cuando sientes realmente el peso de la responsabilidad y la presión: ¿y si no le gusta?

Por eso cuando lo prueba y te dice: «Está delicioooso» y encima repite ración, te pones más contenta que unas pitas. Y cuando tu chico abre los ojos como platos y dice: «¡Qué rico! ¡Es como el de mi madre!» ya sabes que has matado dos pájaros de un tiro y te recorre una satisfacción similar a la que sientes cuando terminas la carrera.

El caso es que, ser madrastra es una aventura, pero primeras hijastras no hay más que una y, oigan, yo estoy aquí para consentirla.

Dicho esto, espero que haya gustado esta receta a todas esas personas (padres, madres y madrastras) que me han escrito desde el otro lado del Atlántico preguntándome por la receta del cocido. Es lo que tiene haberlo publicado en las redes sociales en el paso número 4.