Que las madrastras nos las traemos, bien. Y que los hijos son unos traicioneros, también. Pero que de los hijastros no puedes fiarte porque te clavan un cuchillo en la espalda en cuanto te descuidas, es algo que toda madrastra ha de tener en cuenta.

Todavía me quedan secuelas de la puñalada que me metió mi hijastra anoche, cuando mientras jugábamos con Siri, decidí meterme con ella. Bien es cierto que me merezco lo que me pasó por intentar picarla, pero no es menos cierto que no me merezco tanta decisión y determinación.

Una de las cosas más divertidas es su reacción cuando le digo que  hay una chica que quiere ser novia de Papá. Normalmente, en ese momento, mira a su padre totalmente seria, pregunta si eso es cierto, me mira pensativa y, con resolución y firmeza, coge a su padre por banda y le insta a darme un beso y dejarse de tonterías. En ese momento yo me siento muy querida, respaldada y me echo unas risas.

Bueno, pues anoche intenté hacer lo mismo, pero las cosas no fueron como yo creía…

Una madrastra llamada Adriana Lima

Como un día cualquiera, mientras se comía el lomo con patatas, le solté un:

-¿Sabes? Hay una chica que quiere ser novia de Papá… Muy guapa. Mucho. 
-¿Eso es verdad?
-Sí -dice su padre
-Y es muy guapa… mucho.
-Mucho -apostilla su padre- Mira cómo es. A ver qué te parece.

En ese momento, mi pareja sentimental hasta ahora (porque me estoy planteando tomar medidas cautelares) buscó una foto de Adriana Lima. En dos segundos, la pantalla de su móvil estaba copada por los dos espectaculares ojos y los espectaculares labios de esta mujer. Mi hijastrita abrió los ojos como platos. Flipó. Flipó tanto como yo porque jamás había visto algo igual.

-¿Quién prefieres que sea mi novia entonces? ¿La #AmiguiDeLas13Letras o esta?

 

Miró a Adriana Lima, me miró a mí. Miró a Adriana Lima, me miró a mí y, con su decisión firme y como en su día hizo E.T., sacó el dedo acusador para señalar sin reparo a Adriana Lima. Su padre rompió a reír y yo me quedé unos segundos en la silla sin poder moverme. ¿Será desagradecida? -pensé. Y, en cuanto tuve fuerzas en las piernas, me levanté dispuesta a improvisar un teatrillo con huida incluida.

-¡Me voy ahora mismo! Si ya no quieres que yo sea la novia de papá, me voy.

Como esta niña no suelta una liana sin tener otra, se interpuso en mi camino y bloqueó la puerta de la cocina (cogiendo el picaporte para más seguridad).

-¡No, no te vas!
-¿Cómo que no? Ahora mismo me voy a mi casa
-¡Que no!
-¿Pero no has dicho que quieres que sea ella su novia? Pues nada, llámala a ella

 

Su padre, que estaba todavía muerto a reír, me decía de fondo que parara y no le hiciera sufrir, pero yo estaba totalmente metida en mi papel de madrastra herida. Y, mientras mi Pequeña Dictadora, me bloqueaba la salida de sus vidas, su padre me abrazaba para calmarme mientras intentaba convencerme de que yo era mejor que Adriana Lima.

-¡Pero si tú eres mucho más guapa e inteligente que Adriana Lima…!
-¡Eso ya lo sé! Precisamente por eso. Me voy.
-¡Que no te vayas!
-No le hagas sufrir, anda, no te vayas.
-Pero si ella prefiere a la otra.
-Porque la ha visto muy guapa, pero ella sabe que la belleza está en el interior, ¿verdad? ¿Recuerdas la «Bella y la Bestia»? -intentaba argumentar su padre mientras yo pensaba en el sexismo de la peli.
-¡Que no te vayas, he dicho!

 

En ese momento pensé en vengarme. En vengarme principalmente para que su padre dejara de reírse y no se me ocurrió otra cosa que pagarle con la misma moneda. Así que busqué rápidamente una foto de Jon Kortajarena y se la enseñé a la niña:

-Mira, ¿quién es más guapo? ¿Papá o este chico que quiere ser mi novio?

 

Miró a su padre, miró al guaperas de Jon… y no lo dudó. Con su dedo de E.T. acusador apuntó a su padre. Derrotada en la batalla y con su padre partiéndose de risa por los suelos, decidí que lo mejor era unirse al enemigo, así que propuse firmar la paz.

Al final hicimos las paces y se vino a la silla conmigo acurrucándose en el pecho mientras me decía: «¡Y no me hagas sufrir más!». Su padre y yo flipamos con que, después de lo ocurrido, solo se hubiera quedado con eso (lo que me hizo pensar, nuevamente en su genética) y éste me dijo:  «Hala, ya tienes para un post» mientras seguía riéndose con la anécdota.

Así que aquí estoy, como una madrastra ninguneada, desahogándome por lo ocurrido. Nunca, nunca pensé que mi hijastra sería capaz de cambiarme por Adriana Lima a la mínima de cambio. Esto lo guardaré en la cajita de: «Cosas que echar en cara cuando sea adolescente y piense que el mundo es injusto».