En nuestra familia tenemos una norma que implantó su padre desde el minuto cero:

No se habla mal de su madre

No hablar mal de mamá es una regla de oro que hemos seguido a rajatabla todos: madrastra, abuelos, tíos… Haya pasado lo que haya pasado; nos hayamos comido los sapos que nos hayamos tenido que comer… Ni siquiera a raíz de la llegada del bebé, cuando la madre ha dicho y hecho cosas que me han llegado al hígado, hemos hablado mal de ella ante la niña.

He de reconocer que no ha sido fácil, sobre todo a la hora de controlar a los abuelos que, como sabemos, tienen una edad en la que a veces no se dan cuenta que hablar en clave no funciona; o que ellos pueden creer que hablan bajito porque están sordos, pero se está enterando hasta la vecina. Pero todo el entorno ha entendido la situación, se ha mostrado colaborador y, por respeto a mi hijastra, jamás han dicho nada malo de su madre (en su presencia, claro está).

Con esto hemos intentado también trabajar en la línea de tratar su conflicto de lealtades para que no tuviera la sensación de tener que elegir entre uno u otro; o que ante nosotros no se podía comportar libremente con su madre. En ese sentido creo que lo hemos hecho bien porque se siente libre de mostrar sus sentimientos hacia ella.

No hablar mal de su madre vs Hablar bien de su madre

No hablar mal de su madre ha implicado un ejercicio de equidistancia y un aprendizaje que no han sido fáciles. Por ejemplo, si mi hijastra nos decía:

«Mamá dice que cuando era un bebé me tirabas platos a la cabeza y me hacías sangre»

En vez de contestar con un:

Tu madre miente

Eso no es cierto…

Tu madre es una H&%4e

Contestábamos con un:

«¿Tú crees que yo podría hacer algo así?»

De este modo, evitábamos decir que su madre miente, algo que a ella le producía mucha desazón; y, de paso, le ayudábamos a pensar y desarrollar un criterio y unas herramientas emocionales.

Asimismo, siempre nos hemos centrado en reforzar una imagen positiva de su madre. Incluso cuando no hace las cosas bien y la niña es consciente, nosotros intentamos transmitirle que su madre la quiere, se preocupa por ella y hace lo que cree que es mejor para ella.

Sin embargo, el tiempo ha pasado, la niña ha crecido y esta mañana me preguntaba a mí misma si tenemos que seguir actuando así o es hora de dejar de edulcorar el asunto. En definitiva: que una cosa es no hablar mal y otra hablar bien.

¿Por qué me pones ropa que me está pequeña?

Esta mañana hemos tenido una pequeña movida antes de ir al cole porque, como sabéis, SMQSY se resiste a pasarnos ropa. Por eso, intenta forzar que compremos nosotros la ropa de la temporada del cole poniéndole ropa rota, remendada, desgastada o que se le ha quedado pequeña. Obviamente, hasta ahora esto solo suponía un problema para nosotros porque nos sacaba de nuestras casillas, pero ahora también lo es para la niña. Ahora sabe lo que le queda bien o mal; lo que está roto y lo que no… y, como es lógico, no quiere llevar esta ropa.

Ante estas quejas, su padre siempre responde lo mismo y la conversación de hoy ha sido la que sigue:

-Cariño, Mami y yo hemos llegado al acuerdo de que ella se encarga de comprarte la ropa. Si te pone esta para ir al cole, es porque ella considera que está bien.

-¡Pues no! ¡Es una basura! Me está pequeña, no puedo moverme, se me baja la cintura, es súper incómoda…

-Pues coméntaselo a mamá y que te compre ropa nueva. Seguro que no se ha dado cuenta. Yo se lo comentaré también hoy.

-¡Se lo he dicho mil veces! ¿Pero por qué no podéis comprarme vosotros la ropa? ¡Mi hermano siempre lleva ropa buena y yo siempre llevo ropa mala!

-No, mamá siempre te compra lo mejor

Cuando he oído esto me ha chirriado tanto… A veces pienso que seguimos tratando a la peque como si fuera tonta y no se diera cuenta de las cosas. Y, por otro lado, nos esforzamos por dar una imagen de su madre que, claramente, no se ajusta a la realidad. No solamente en el tema de la ropa, sino en cualquier aspecto. Por eso, esta mañana me preguntaba si realmente tenemos que seguir en esta línea de azucaramiento.

Hasta ahora para nosotros ha sido esencial que, al contrario de lo que ocurre en casa de su madre, en la nuestra no haya encontrado comentarios negativos sobre su otra familia. Todo lo contrario: mamá es estupenda, los abuelos son estupendos, los tíos qué bien… Pero ahora ya es consciente de que estamos en una guerra abierta y no sé si es hora de que dejemos de edulcorar el tema y abordar la situación de forma neutra y sin azúcar.